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Padres y alumnos realizan concentración pacífica en CCH Sur; exigen seguridad tras asesinato de estudiante
justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
U na mañana, Ramoncita descubrió que uno de sus alumnos llevó a la escuela balas y casquillos percutidos. A los pocos días, otro mostraba a sus amiguitos una pistola, cuando se la quitó el niño alegó que estaba descompuesta.
Así fue como Ramona Ramírez Mac Grew, de 45 años y directora de la escuela primaria María Mendoza Gómez, decidió comenzar a revisar las mochilas para proteger a sus estudiantes.
Esta fue una de las primeras medidas que tomó para intentar revertir los efectos que tienen la violencia y la pobreza en sus alumnos.
“Estamos en la periferia de la ciudad. Es una colonia con mucha violencia, pandillerismo, vandalismo, homicidios. Hace una semana, a unas calles de mi escuela hubo el asesinato de una persona que andaba en cosas malas”, platica en entrevista desde San Luis Río Colorado, Sonora.
“Hicimos la operación mochila y encontramos balas, cuchillos, una pistola que no servía, pero es una pistola al fin y al cabo. Cerca de la escuela hay un canal que cruzan los niños, se las encontraban tiradas cuando iban a la escuela caminando”, declaró.
Desde que llegó a ese plantel, hace seis años, se dio cuenta de que sus alumnos eran altamente vulnerables. Para llegar a la escuela, más de la mitad de los 420 niños que ahí estudian, tienen que caminar una hora entre calles violentas, llenas de basura, sin pavimento, agua ni alumbrado público.
Una de sus primeras medidas fue aplicar la campaña “Di no a las malas palabras” al darse cuenta de que sus niños decían muchas groserías, puesto que así les hablaban en casa. Se les daba una pulserita muy sencilla pero cuando la traían puesta, no decían malas palabras.
Cuando lograron vencer ese problema en los salones, los menores llevaron la estrategia a sus hogares y poco a poco comenzaron a cambiar las dinámicas familiares.
El mismo principio aplican en el colegio, a través del programa “Por una escuela libre de bullying”, que tiene el objetivo de recuperar los juegos tradicionales a la hora del recreo, y después que sean los propios alumnos quienes resuelvan los conflictos a los que se enfrentan en la escuela, de esta manera han logrado reducir casi al mínimo los pleitos entre ellos.