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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
“U no de los mejores amigos que he tenido ha sido el cáncer”, dice Juan Heberto Cárdenas, a quien hace 13 años se le detectó un Linfoma no Hodgkin. Por tratarse de un cáncer “muy agresivo” le pronosticaron seis meses de vida.
El hombre de 67 años de edad relata a EL UNIVERSAL que se dio cuenta de que algo no iba bien cuando en 2004 le invitaron a jugar futbol y sus compañeros le decían constantemente que lucía agotado.
“Un día me sentí tan cansado que les pedí que me dejaran en casa y me dormí todo el día, ahí supe que estaba enfermo”, explica.
Juan no esperó más y fue al doctor, primero le dijeron que sus niveles de bilirrubina eran altos y le dieron fármacos, llegó el momento de otra revisión y los niveles no bajaron; lo enviaron con un gastroenterólogo.
Tras realizarse una biopsia en una clínica particular lo canalizaron al Instituto Mexicano del Seguro Social; el diagnóstico fue certero: Linfoma no Hodgkin.
Acudió al IMSS y corrió con la suerte de ser “conejillo de indias” para un medicamento biotecnológico de nombre Rituximab, aprobado para cáncer de piel, no para el que Heberto padecía. “La probabilidad de curarme era de 40% a 60%”.
Luego de ser sometido a seis protocolos con este tratamiento, su salud mejoró, pero en una revisión le dijeron que el mal permanecía en su organismo y que tendrían que darle quimioterapias.
Un consejo de especialistas decidió promoverlo como candidato para un trasplante de médula ósea, fue la primera vez que sintió miedo: “Nos explicaron los riesgos de la cirugía, y no quería”.
En la misma plática Carmelo, un ex paciente, dio su testimonio; llevaba los mismos años que tiene ahora Heberto de haber sido operado. Eso lo motivó. A 11 años de su cirugía, el primer miércoles de cada mes visita el Centro Médico La Raza y motiva a pacientes con cáncer.