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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
César Calva es padre de Yunuén, de dos años de edad. Ella nació con mielomelingocele , una malformación congénita del tubo neural: “Al nacer no nos daban esperanzas de vida, nos dijeron que nuestra hija no podría escuchar, ni ver, ni caminar y que estaría totalmente discapacitada.
Al mes de nacida la operaron y en cuanto se recuperó un poco entró al CRIT Tlalnepantla. Nació el 21 de mayo y el 25 de septiembre —cuatro meses después— ya estaba recibiendo terapias. Lleva dos años y medio aquí y ya puede hablar gracias a las terapias de lenguaje que ha recibido; tiene hipercusia, un déficit auditivo leve del lado izquierdo de su oído, pero ya escucha bien con los aparatos que ha recibido, los cuales no podíamos comprar fuera del CRIT. Ella no siente la planta de los pies, pero se desliza con sus piernas y una andadera; usa prótesis que ha recibido aquí en el Teletón”, dice César.
Con la terapia ocupacional le han enseñado a vestirse y desvestirse sola, todo lo referente a la motricidad fina, la coordinación de sus músculos y huesos; le han permitido tener pequeños movimientos, más precisos. En el CRIT Tlalnepantla hay un espacio que simula una casa con sala, comedor, baño, camas, regaderas, cocina, todo lo referente a las actividades cotidianas. Ahí los niños reciben ciertas terapias. Aprenden a utilizar una cuchara, un cuchillo, a usar un vaso, a bañarse de manera independiente.
“Siempre que veo a los médicos y terapeutas les digo que no sé como agradecerles; no sólo son médicos, también son nuestra familia. El día que mi hija no viene al CRIT está apagada, pero apenas llega aquí es otra persona. La constancia en las terapias es lo que ha permitido que Yunuén evolucione y hoy sea más independiente. Venimos todos los días al CRIT. Hoy podemos decir que nuestra hija es independiente”, dice.