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El 11 de octubre del presente año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó una propuesta para crear una tasa del 20% sobre bebidas azucaradas, sacando a colación la posibilidad de imponer gravámenes para penalizar el consumo de algunos productos. El mismo reporte indica que México y Chile han desbancado a Estados Unidos como los mayores consumidores de refrescos.
A este respecto, la OMS ha destacado en los últimos años las iniciativas relacionadas con este tipo de políticas sobre alimentos y bebidas que en México han sido llevadas a cabo, en especial por el aumento de casos de obesidad en el mundo, misma que se asocia con enfermedades cardiovasculares, además de diabetes y trastornos del aparato locomotor.
El Gobierno mexicano implementó en 2014 el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) para gravar alimentos de alta densidad calórica (comida chatarra), con 8% de impuesto, y también a las bebidas azucaradas (principalmente refrescos) con un 10%.
Los especialistas indican que es difícil calcular lo efectivo que ha sido este tipo de impuestos. Si bien, existen puntos positivos y negativos en los ejemplos más claros, como el tabaco y el alcohol (en algunos países ha disminuido su consumo, pero no las enfermedades relacionadas a éstos), a largo plazo todavía no existen resultados claros.
Caso similar ocurre con el impuesto sobre los alimentos hipercalóricos y bebidas azucaradas, cuyo gravamen fue implementado hace no mucho tiempo y que poco o nada se sabe de sus repercusiones, principalmente en lo que al tema de salud se refiere.
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Durante el Foro “Obesidad: Causas y Respuestas de Política Pública”, organizado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) en marzo de este año, John Cawley, profesor de la Universidad de Cornell, advertía que “Los impuestos no cambian la cantidad de comida que se consume, debido a que las personas tienen hábitos alimenticios muy fuertes”.
De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad de Carolina del Norte y el Instituto Nacional de Salud Pública, desde que entró en vigor el IEPS, las ventas de las bebidas azucarados cayeron un 6 %5. El mismo estudio señala que en el sector donde se dio una mayor caída fueron los habitantes de nivel socioeconómico de mayor pobreza, con un 9%. También se reportó que las bebidas sin impuesto, como el agua embotellada, creció un 4%.
Esto significa que el consumo tanto de comida chatarra como de bebidas azucaradas no ha disminuido de manera significativa.
Por otro lado, se ha señalado que los alimentos que incluyen tanto grasa como azúcar -como las donas y los helados- son los que más nos hacen ganar peso. Así lo constata el experimento llevado a cabo en el documental de 2014 de la British Broadcasting Corporation (BBC) titulado Fat vs Sugar, en el que hermanos gemelos se someten durante un mes a dietas altas en grasa y azúcar, intentando obtener la respuesta a la pregunta ¿qué es peor, grasa o azúcar?Sus estudios concluyeron que ninguno de éstos son peores por sí solos. En cambio, la combinación 50% de grasa y 50% azúcar se podría considerar como uno de los principales factores que ha contribuido a la epidemia de obesidad.
Por su parte, la industria alimenticia y de bebidas se ha sumado a los esfuerzos de la sociedad civil y el gobierno, para impulsar cambios hacia una vida más activa y saludable. La refresquera Coca-Cola, uno de los principales actores del debate, apoya el programa “Ponte al 100”, creado por la Fundación Movimiento es Salud, el cual ha realizado diagnósticos personalizados de ejercicio y alimentación a más de 1.6 millones de mexicanos, de los cuales el 22% ha mostrado una mejora de salud, además de continuar con su compromiso de reducir las calorías de sus productos, pues ahora cuenta con 200 presentaciones con menos de 100 calorías, incluidos empaques con porciones más pequeñas, como las minilatas de 235 ml.
Saber si los impuestos resuelven problemas como el de la obesidad, es algo incierto. En otros lugares también se han llevado a cabo este tipo de políticas: algunas partes de Estados Unidos, Australia, Bélgica y Chile, entre otros, con resultados variados. Por el momento, no han podido moderar el consumo de comida chatarra ni de bebidas azucaradas. Al menos no de manera concluyente por lo que valdría la pena considerar si el incremento impositivo es el mejor camino o quizás un modelo educativo más profundo resulte en una mejor opción.