Motozitla, Chis.—Por las manos de Hilario Juárez han pasado cientos de palas. Ha removido decenas de kilos del verde de la tierra de Motozintla, Chiapas, para hacer huecos. Uno a uno ha despedido a los últimos hablantes de mochó.

A sus 85 años continúa ejerciendo su oficio: enterrador en el panteón de la comunidad. Se levanta a las cuatro de la mañana para llegar temprano y dar acceso, arreglar algunas tumbas y hablar ahí con su esposa, recién fallecida. Muerta ella, Hilario no tiene con quién hablar la lengua de sus antepasados: “Mis hijos no quisieron que les enseñara. Ellos prefirieron el español. Me quedé solo”.

Hilario recuerda que toda su familia vivió en el campo, por una montaña que rodea la ciudad, pero después del paso del huracán Stan en 2005, su tierra, su casa y alguno de sus animales se fueron por el río de Motozintla. El gobierno construyó para los damnificados una colonia alejada de sus tierras.

A los 15 años empezó a aprender español. Lo hizo porque al trabajar en el campo no entendía lo que le decían. Sus primeras palabras en español fueron: piedra y tierra. Siete décadas después estas palabras pronunciadas no en su lengua originaria siguen siendo parte de su trabajo a diario. Ahora cuando camina por Motozintla, encuentra pocos hablantes de mochó. “La gente dice: ‘¿Qué estarán hablando esos indios?’; por eso dejamos de hablar”.

Después de medio año de no verse, Hilario se reúne con sus primos Rómulo y Flaviano, de 81 y 80 años. Se saludan en mochó ante la curiosidad de los más pequeños. “Nuestra gente no se esmera para enseñar a sus hijos. Lo que dicen es ‘da vergüenza’, ¡pero no!, ¡vergüenza es robar! Aprender el lenguaje no, es el origen del pueblo”, dice Flaviano.

Son conscientes del peso que tienen en la historia de su lengua, saben que con ellos se mantiene viva. Flaviano ha visitado la Ciudad de México varias veces para acudir a congresos que se hablan sobre la lengua: “Para que vean que sí hay mochó”.

Pablo, el enterrador, continuará iniciando el día a las 4:00 de la mañana. Se encontrará casualmente con Rómulo cerca del panteón y hablarán en mochó. No sabrán cuál será el último día que lo hagan. Quien lo entierre, será una persona que hable español. El enterrador de los mochó dejará su pala, su sombrero.

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