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politica@eluniversal.com.mx
Más de tres décadas han pasado y voluntarios y médicos de la Cruz Roja coinciden en que a pesar de que la sociedad está más preparada para enfrentar un desastre natural de gran magnitud, falta mayor conciencia en la juventud, “que en ocasiones toman los simulacros como un juego”.
El reloj marcaba las 7:18 en punto. 45 voluntarios de la Cruz Roja Mexicana se reunieron en el Hospital Central de Polanco para guardar un minuto de silencio por las víctimas del sismo de 1985.
Después de 60 segundos sonó el timbre de alerta que recordó aquel jueves, cuando los teléfonos comenzaron a sonar y cientos de personas pidieron auxilio en el Centro de Control de llamadas ante el derrumbe de varios edificios en la Ciudad de México.
Tras la ceremonia, 12 ambulancias encendieron sus sirenas y recorrieron una tras otra los alrededores del hospital. Socorristas recuerdan que ese día las unidades salían a ayudar a los heridos en la zona Centro, Condesa, Tlatelolco y en la avenida Tlalpan.
En este evento participaron voluntarios que estuvieron presentes en las labores de rescate en 1985. Entre ellos los socorristas Javier Heredia Fernández, Manuel Garnelo García, Sergio Vásquez Cedillo; las enfermeras Estela Grande Barba y Silvia Martínez Méndez; el médico José Fernando Fernández y la trabajadora social, María Elena Sánchez Trejo.
Para Javier Heredia, lo difícil fue contener la impotencia al no poder rescatar personas con vida de edificios que quedaron en ruinas. Por eso adquirió el compromiso de prepararse más para actuar mejor ante este tipo de siniestros.
Además de salvar vidas, lo más reconfortante para Heredia, que tiene 43 años como voluntario, es que gente común y corriente que estuvo trabajando con ellos al paso del tiempo se integró a la Cruz Roja. “Fue muy gratificante que me dijeran que al ver mi labor les nació la vocación por ser voluntarios”, cuenta.
Actualmente la unidad de emergencia número tres de la institución contiene la imagen del apoyo de los socorristas de Cruz Roja con motivo del terremoto de 1985 y en homenaje al pueblo mexicano que se sumó a las labores de rescate.
El médico José Fernando Fernández relató a EL UNIVERSAL que en 1985 él estaba haciendo su último año de especialidad en el Hospital Juárez. Por ello ese 19 de septiembre pudo ver cómo algunas personas salían de esta unidad sacudiéndose la tierra. El impacto de ver el hospital en ruinas no le afectó tanto como el pensar en todos los compañeros que quedaron sepultados.
Ante la imposibilidad de salvar a alguien en el centro de la ciudad, Fernández se trasladó al Hospital Central de la Cruz Roja, en su camino encontró edificios de la calzada de Tlalpan que a su parecer “se veían como queso desmoronado”.
Cuando llegó a Polanco se dio cuenta de que se necesitaban muchas manos, “todas las camillas estaban ocupadas, había gente en el piso, teníamos que ir con cuidado para no pisarlos”.
Expresó que su mayor satisfacción fue salvar vidas, apoyar a gente y que surgiera un esfuerzo en conjunto para preservar la salud de cientos de personas. “Venían y te besaban, te agradecían que los hubieras curado”. Antes de despedirse José Fernando invitó a la ciudadanía a no tomarse a la ligera los simulacros.