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Con banderas del Vaticano, que se vendieron de forma discreta a 20 pesos entre las filas kilométricas que se realizaron para ver por unos segundos al papa Francisco en el tercer día de actividades en México, fueron 550 mil personas las que esperaron, incluso por horas, el paso del vehículo que transportó al primer pontífice latinoamericano, no sin expresar su desilusión porque en su regreso a la Nunciatura utilizó un carro cerrado.

La Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México contabilizó que en los primeros tres días de su visita un millón 652 mil personas han acudido a sus eventos en la capital del país o para verlo pasar desde las vallas.

Coros como “Francisco, hermano, ya eres mexicano” o “Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, es el papa Francisco, es mexicano, ¿cómo la ven?” se reprodujeron desde temprano en el sur de la ciudad, en las inmediaciones de la Nunciatura, al iniciar su trayecto por Insurgentes Sur y Patriotismo.

El domingo hizo que en las calles las familias salieran junto con los amigos hasta ese punto para ver el paso del Obispo de Roma, mientras un sonriente Jorge Bergoglio les respondía.

Al llegar al punto donde coinciden Río Churubusco y Patriotismo, unas 53 monjas de clausura, que nunca antes habían abandonado su convento, pudieron abrazar al Pontífice, quien hizo detener el convoy en el que viajaba, bajó del papamóvil y bromeó unos minutos con ellas, con las devotas que recibieron un permiso especial.

Todas las integrantes de la comunidad Campana de la Orden de la Visitación de Santa María pudieron este domingo dejar un rato la clausura y, enfundadas en sus impecables hábitos, esperaron pacientemente. La salida de las religiosas se concretó gracias a un permiso especial gestionado por el nuncio apostólico, Christophe Pierre, aunque hasta el último momento no sabían si el papamóvil se detendría frente a ellas.

Las mayores estaban sentadas, tenían el hábito negro propio de las “profesas”. Luego estaban las “novicias”, con hábito blanco, mientras las postulantes tenían faldas cortas.

“Es una emoción muy grande porque él representa a Cristo”, aseguró la madre superiora, María Marta. Otra de ellas consideró el gesto una “gracia grandísima y una gran coincidencia”. Aseguraron que la visita papal a México es una gran responsabilidad. “Si no lo aprovechamos, allá nosotros”.

Esta vez Francisco logró lo que Juan Pablo II no pudo, puesto que fueron invitadas en el pasado a salir del convento para saludar al Papa polaco y aun servirlo directamente, pero siempre declinaron las invitaciones en cumplimiento a su carisma y como un sacrificio. La congregación se fundó por las gestiones de la madre María Angélica, una mexicana que vivió en España. La orden de contemplativas tiene como misión imitar la vida de Cristo, “su vida oculta, por la oración y el trabajo en el monasterio”.

Después de platicar con ellas y tomarse algunas fotografías, el jerarca católico regresó al papamóvil y continuó su paso por Circuito Bicentenario y Paseo de la Reforma, hasta llegar a las instalaciones de Campo Marte, donde lo esperaba un helicóptero para trasladarlo a Ecatepec, Estado de México.

Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, reveló que durante el trayecto aéreo hacia el lugar donde se desarrolló la misa “el Papa sobrevoló las pirámides de Teotihuacán” y también que en su encuentro con los jesuitas le regalaron “una reliquia del beato Miguel Pro (quien fue acusado de participar en actos de sabotaje durante el conflicto cristero)”. El portavoz agregó, a través de la cuenta en redes sociales sobre la visita oficial del Papa a México, que el jefe del Estado Vaticano manifestó su interés por la posible canonización de ese presbítero católico.

En la ruta de regreso del Campo Marte al Hospital Federico Gómez hubo 140 mil personas, mientras que de ese lugar a la Nunciatura se registró una asistencia de 230 mil personas.

En espera de recibir su bendición, 50 personas originarias del estado de Durango esperaron en otro punto al Pontífice. José Cruz Morón Alba y María del Carmen Sánchez encabezan el grupo conformado por jóvenes que desde el viernes han recorrido la ciudad para ver al religioso argentino.

En cuanto llegaron se fueron al Zócalo capitalino, “dormimos a la intemperie, que es muy bonito, un hotel de mil estrellas”. Quienes llegaron por la tarde a la zona de Eje Central se mostraron desilusionados por no ver al líder de la Iglesia católica a bordo del papamóvil. Con pancartas, globos amarillos y blancos —colores de la bandera del Vaticano—, Pedro, de 56 años, junto con sus hijos y Victoria Gutiérrez, de 65 años, esperaron ver el paso del convoy, pero la decepción y tristeza los invadieron puesto que Francisco iba a bordo de un vehículo cerrado de regreso a la Nunciatura. “No supimos el momento en que pasó”, dijo Victoria.

“Ni modo. Estuvimos esperando dos horas y teníamos muchas ganas de verlo, ¡qué lastima que no pudimos!”, dijo el señor Pedro.

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