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En los últimos años, el debate público sobre la eventual legalización de la cannabis sativa ha sido protagónico en los diversos espectros de interacción, no sólo en la sociedad mexicana, sino en el mundo entero.
Los argumentos son tan diversos que es muy complicado establecer una tendencia dominante, ya sea a favor o en contra de tan polémica decisión.
No obstante, resulta importante hacer saber a la sociedad mexicana algunas reflexiones que pueden abonar elementos de análisis a este asunto que, definitivamente, tiene aristas diversas y complicadas.
En principio, el tema tendría que estar claramente dividido en dos posibles enfoques; por un lado la función terapéutica de la marihuana, de la que se desprende que, si bien es cierto que la planta tiene principios activos (propiedades) que efectivamente pueden coadyuvar al tratamiento de algunos padecimientos de salud; ésta no es la única planta que contiene principios activos, es decir, que existen muchas otras plantas con propiedades similares que eventualmente también pueden usarse en tratamientos farmacológicos.
Es importante que los estudios toxicológicos, farmacológicos y clínicos muestren con claridad los efectos terapéuticos en las poblaciones; el tema es complicado, además, porque el trabajo experimental requiere una gran cantidad de tiempo para validar resultados en todo el orbe, aunado a que el tema también pasa por la complejidad de no poder experimentar con la especie humana de manera abierta.
Es decir, los protocolos de investigación pueden tardar años para ofrecer resultados contundentes.
El segundo enfoque se refiere a su uso recreativo, que hoy por hoy es el tema que merece una atención más puntual; en donde claramente habría que valorar los efectos en la salud individual y en la salud pública, lo que le transforma en un problema de orden multidisciplinario, ya que involucra factores de tipo económico, político y social.
Uno de los riesgos más inmediatos, derivado de nuestra condición humana, radica en el uso excesivo o abuso de la marihuana, que desprendería otros problemas paralelos que no necesariamente podrían ser controlados.
Si bien la propuesta de hacer un uso recreativo puede ser, de facto, bien intencionada; la realidad puede ser tan perversa como para acabar en un asunto de salud pública insostenible en el mediano plazo.
Es decir, se trata de un tema que debe ser valorado con la participación de expertos en cada una de las ciencias y disciplinas involucradas, asumiendo una posición madura, lo más objetiva posible, que favorezca un debate en el que la ideas fluyan de manera propicia para tomar una postura clara, sólida y contundente sobre el tema.
Será obligado ponderar los puntos de vista divergentes, para establecer criterios que permitan una toma de decisiones congruente con las expectativas de una sociedad cada vez más atenta a sus normas y reglamentaciones, particularmente por la mirada de grupos que defenderán hasta las últimas consecuencias a quien pretenda, justificadamente o no, cuartar cualquier asunto que se perciba como un derecho.
En síntesis, este debate tiene que ayudarnos a madurar como sociedad, y representa una oportunidad histórica para demostrarnos y demostrar al mundo que existen las condiciones para que la razón se imponga a la cerrazón.
Finalmente, estamos convencidos de que la experiencia y conocimiento que se genera en las universidades públicas, puntales en investigación, puede ser recuperada en este y otros temas, con el compromiso de coadyuvar, de manera real, a la solución de los problemas nacionales.
Rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana