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L a profesora Karina Domínguez Mata tiene 25 años y trabaja en una de las colonias más peligrosas de Chihuahua, la México 68, en la cual se encuentra la escuela José Fernández Mejía donde da clases en primero de primaria.
Basta hacer una búsqueda rápida en internet para encontrar en la colonia México 68 un mapa de la tragedia. El lugar, al surponiente de Ciudad Juárez, en la zona fronteriza de México con Estados Unidos, presenta un historial de pobreza, asesinatos, ejecuciones, asaltos, cadáveres abandonados y violencia.
Las últimas noticias sobre la colonia relatan en este año la búsqueda infructuosa de un hombre que secuestró a una niña de cinco años para abusar de ella, el enfrentamiento a balazos entre vecinos y la historia de una madre y sus cinco hijos que fallecieron en la miseria, al incendiarse su casa.
“Si tú preguntas en Ciudad Juárez, te van a decir que esa es de las colonias más peligrosas”, relata la maestra Domínguez Mata en su visita a la Ciudad de México.
Según el registro del Sistema de Información y Gestión Educativa (SIGED) de la SEP, la escuela José Fernández Mejía es resguardada por una barda verde cuya pintura se ha descarapelado con los años, un grueso alambre de púas protege del ingreso de personas extrañas y ha sido vandalizada en las vacaciones.
La profesora lleva tres años dando clases. Sus alumnos son de primero y segundo grados, niños que regularmente crecen en hogares liderados por madres solas que tienen que trabajar dobles y hasta triples turnos en las fábricas maquiladoras de Ciudad Juárez para mantener a sus hijos. Los niños tienen poca vigilancia y mucho tiempo libre.
“Son de núcleo descompuesto. La mayoría son hijos de madres solteras o padres divorciados. Los papás tienen que trabajar en maquila diferentes turnos y muchas veces los niños crecen y se desarrollan solos. Es una de las grandes problemáticas, prácticamente están siempre solos porque los tutores trabajan doble turno o hasta el tercer turno. Sí se sufre un descuido involuntario por parte de los padres porque tienen que darles de comer”, platica en entrevista.
Sus alumnos provienen de familias pobres que rentan las casas y no todas cuentan con servicios básicos. La mayoría no han ido nunca a un museo, puesto que sus papás, quienes trabajan todo el día, no tienen recursos ni tiempo para llevarlos.
“Yo trabajo en una zona vulnerable de la ciudad que ha sido trastocada por bastantes problemas sociales, desde hace tiempo ha sido afectada por la violencia. Los niños suelen ser de bajos recursos y no tienen la posibilidad de asistir a un teatro o museo. La mayoría de los niños no conoce los museos. El contexto es muy vulnerable. Las familias tienen servicios básicos, pero todos rentan su casa y se dedican a la maquila”.
Para ella, la enseñanza del arte y la cultura son las mejores herramientas para alejar a niños que viven en entornos vulnerables y violentos, como sus alumnos, y evitar que caigan en manos de la delincuencia.