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Derivado de sus investigaciones, la Comisión Nacional de Derechos Humanos formuló nuevas observaciones y propuestas del Caso Iguala, cuatro a la Procuraduría General de la República, tres a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y una a la Fiscalía General del Estado de Guerrero.
Estableció que el estudiante de la Normal Rural de Ayotzinapa, Julio César Mondragón Fontes, no murió por disparo de arma de fuego en la cabeza, como se había dicho, fue por traumatismo craneoencefálico derivado de actos de tortura física, por lo que instó a la PGR a investigar a otras 11 personas relacionadas con estos hechos.
La CNDH solicitó a la Procuraduría General de la República la investigación por estos hechos de Víctor Hugo Benítez Palacios, recientemente detenido, y que se indague por el delito de tortura a los detenidos que enfrentan proceso por la muerte de Mondragón Fontes.
Al dar a conocer los avances de las investigaciones de los peritos de la Comisión, el Maestro José Larrieta Carrasco, titular de la Oficina Especial de la CNDH para el Caso Iguala, informó que algunos indicios fueron omitidos en los dictámenes existentes, como el hecho de que la víctima realizó maniobras de defensa, lucha y forcejeo contra los integrantes de Guerreros Unidos y policías de Iguala.
A la Comisió Ejecutiva de Atención a Víctimas la Comisión sugirió continuar proporcionando, de manera diligente e integral, las medidas de atención y asistencia a los familiares.
En tanto, a la Fiscalía General del Estado de Guerrero, se solicita que investigue el destino final de la ropa que vestía Mondragón Fontes ya que no existe constancia de que hubiera sido asegurada y preservada.
El titular de la Oficina Especial del Caso Iguala, de la CNDH, precisó que el cadáver tenía 64 fracturas en 40 huesos de cráneo, cara, tórax y columna vertebral; las fracturas en 13 de 14 huesos del rostro, descripción que establece que Mondragón Fontes fue golpeado en múltiples ocasiones por varias personas, situación que tampoco se había establecido.
Además, se estableció que un perro provocó el desgarre de la piel en cara y cuello, así como el desprendimiento del ojo izquierdo, facilitado porque estaba muerto, escurrimiento de sangre y por las heridas producidas en la cabeza.
La CNDH evidenció que ni el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) ni de la Procuraduría General de la República (PGR) profundizaron en su investigación.