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Michoacán.— Hilda Marmolejo vio con buenos ojos el dictamen elaborado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la serie de recomendaciones emitidas por los hechos ocurridos el pasado 6 de enero en la ciudad de Apatzingán, donde nueve personas perdieron la vida a manos de elementos de las fuerzas federales; sin embargo, exige que se investigue a fondo quién dio la orden de disparar contra civiles, algunos de su familia.

La mujer de avanzada edad y diagnosticada con un padecimiento severo de diabetes, quiere más resultados en las investigaciones, que se esclarezcan los asesinatos de fondo, pues recuerda las últimas horas que tuvo con vida a sus seres queridos.

“De ese 6 de enero nada más recuerdo que dormí con mis hijos vivos y desperté con su muerte”, narra invadida en llanto doña Hilda, quien perdió a sus hijos Hilda Amparo y Miguel Ángel Madrigal Marmolejo, así como a su nuera Berenice Martínez Cortés, muertos a manos de elementos de la Policía Federal, que supuestamente actuaban para desalojar manifestantes de la presidencia municipal.

La ex comerciante y vecina de una de las colonias más marginadas de la cabecera municipal, relata a EL UNIVERSAL que tanto sus hijos como la esposa de otro de ellos, que actualmente es perseguido por la justicia, sólo iban a una reunión con el ex comisionado Alfredo Castillo Cervantes.

“Eso me dijeron antes de salir de casa; tendrían una reunión para manifestarse contra las tarifas de luz y ya no los vi regresar vivos, porque a mí me avisó primero un señor que mis hijos se habían accidentado y ya en el camino me dijo que los habían asesinado”, dice.

La señora de 62 años de edad revive esos momentos, regresa el reproche e Hilda pide que se cierre el círculo de la justicia; cuestiona al comandante Arenas, entonces encargado de la Policía Federal en Apatzingán.

“Me imagino yo que los que dispararon contra mis hijos y mi nuera fue por una orden muy grande desde arriba y eso lo tienen que explicar, porque ellos iban desarmados, iban hasta en su camioneta”, clama la señora de estatura media, mientras desesperada se jalonea el rojizo cabello.

No es para menos, tras la muerte de sus hijos y su nuera, doña Hilda Marmolejo se ha quedado en la calle con sus tres nietos de 13, nieve y ocho años, con los que dice tiene que peregrinar escondida de un rincón a otro.

“Mi nuera todavía está en la cárcel, ¿por qué todavía seguir?, ¿por qué fueron a meterse a mi casa? A Brenda se la llevaron, todavía está en la cárcel, aúyo todavía tengo a mis tres nietos conmigo, sin ir a la escuela, días comemos, días no comemos, nos corren de un lado, nos corren de otro lado y ya no sé qué hacer”, llora al relatarlo.

También se dice perseguida, al igual que uno más de sus hijos, quien sobrevivió a esa masacre ocurrida en pleno centro de la ciudad.

La señora sigue y recrimina otra de las tragedias que inundan a su familia. La madre de sus nietos y viuda de su hijo, ejecutado a tiros ese 6 de enero, fue detenida durante el novenario, junto con dos familiares más de ella.

Se trata de Brenda Pérez y su mamá María Estela Pérez, así como su padrastro Otoniel Chino, que junto con un joven ajeno a esa familia de nombre Antonio de Jesús Ramos —que pasaba por el lugar en el que se realizaba el operativo de la Policía Ministerial— fueron detenidos y llevados a penales federales. Se les acusa de delitos contra la salud, portación ilegal de armas de uso exclusivo del Ejército y otros.

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