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Ciro Gómez Leyva
¿Cómo está el ánimo?, —le pregunto. “Bien, bien, el ánimo siempre anda bien”, responde desde la cárcel de Lexington, Kentucky, Mario Villanueva, el hombre de 66 años, ex gobernador de Quintana Roo, preso desde 2001, extraditado a Estados Unidos en 2010, a quien podrían restarle 28 años de prisión por lavado de dinero y fomento del narcotráfico.
“Estoy siendo bien atendido aquí, aunque el clima me hace bastante daño. Vine corriendo a esta llamada y me estaba ahogando. Pero estoy bien”.
Mañana, apoyándose en el Tratado de Ejecución de Sentencia y el artículo 18 de la Constitución, pedirá una nueva solicitud a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para que pueda ser trasladado a México.
¿Será la segunda en un año?
—Sí, lo solicité en enero de 2014 y nunca me contestaron. Me visitaron dos o tres veces, pero no como cosa especial. Ellos visitan por ley a todos los internos, pero sólo me dieron orientación para un trámite en Estados Unidos y eso no era lo que estaba pidiendo. Nunca se refirieron a mi solicitud.
¿Qué le hace pensar que ahora las cosas serán distintas?
—Que mi petición está jurídicamente fundada. El tratado lo dice muy claro: “Cuando hay razones de enfermedad, se podrá hacer un acuerdo entre los dos gobiernos para el traslado del preso para ser atendido en instituciones de su país”. Y, en este caso, un neumólogo de Nueva York me recomendó que yo fuera al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Es cuestión humanitaria, necesito otro clima. Quiero un poquito de mejor calidad de vida.Mario Villanueva culpa de sus enfermedades respiratorias a las pésimas condiciones en los años que pasó en el penal de máxima seguridad de Almoloya y a los fríos en Estados Unidos. Y con notable dominio del tema expone su cuadro clínico y medicinal.
¿Qué le pide al presidente Enrique Peña Nieto?
—Ayuda en dos sentidos. Que autorice al secretario de Relaciones Exteriores [José Antonio Meade] este acuerdo especial. Y que se haga una revisión profunda de todos los hechos por los que se me acusó. Todos esos hechos son falsos. Lo voy a probar y no sólo con palabras.
¿No se lo pidió antes al Presidente?
—A principios de 2013, el gobernador de Quintana Roo le pidió al Presidente si podía revisar mi caso. El Presidente le dio órdenes al procurador [Jesús] Murillo Karam de que atendiera esta situación. El procurador le mandó recado a mi esposa y a mis hijos de que primero hablaran con el director del Cisen, Eugenio Ímaz, que fue muy amable. Recibió los documentos que demuestran la falsedad de los hechos y una carta mía. Días después, el procurador Murillo Karam atendió a mi familia. Pidió una nota jurídica, que le hizo mi abogado, y un análisis jurídico, que yo escribí y se lo envié. Después de eso, silencio, silencio, no hubo más. Eso fue en abril de 2013. Luego se cerró la puerta. Nunca supimos por qué.
¿Nada, cero?
—Le agradezco al Presidente que haya ordenado que se atendiera a mi familia. Pero luego se cerraron las puertas.
En la carta que usted me envió en enero [publicada en EL UNIVERSAL] decía que para el gobierno era más práctico el sacrificio de una persona que destapar la cloaca. ¿Qué cloaca?
—Es muy sencillo. Mi caso involucra a mucha gente. Los testigos protegidos que me acusaron, acusan a casi 50 comandantes, policías, policías federales y delegados de la PGR de aquel tiempo. ¿Quieres nombres? Jorge Madrazo, ex procurador. Una señora que decía ser su comadre dijo que le entregó dos maletas con dinero de parte de Alcides Magaña, El Metro. Nunca se le investigó. Enrique Burgos, ex gobernador de Querétaro. Hizo tratos con la gente de Amado Carrillo para venderle el Estadio Corregidora. Incluso le dieron una carta de intención para pagarle en efectivo. ¿Por qué nunca lo investigaron? Jorge Carrillo Olea, ex gobernador de Morelos. Testigos protegidos describieron cómo iba al rancho La Luz, de Amado Carrillo, en Morelos. Daban la marca del coche, contaron cómo se dio un abrazo con Amado Carrillo. Nunca lo investigaron. Yo no digo que eso sea cierto. ¿Pero por qué a ellos no los investigaron?
Con la pasión de quien ha revisado miles de veces los expedientes, detalla a los 26 testigos protegidos que lo acusaron, los 14 delitos que le imputaron, “el atroz proceso de extradición”. Y explica que su expediente completo, de dos toneladas y media, está abierto en el Congreso de Quintana Roo.
“Qué culpable haría públicas las pruebas”, pregunta retóricamente. Informa que lo defiende un abogado de Cancún, Cecilio Arano, pero que en muchos sentidos, él mismo es su defensor. “No quiero meter en problemas al gobierno del presidente Peña Nieto, sino probar que las acusaciones son falsas”.
¿Qué lo mantiene en pie de lucha, Mario?
—Saber que tengo la razón. Que mi familia le da sentido a mi vida. Y que mi familia me necesita. Yo soy una persona que no puede rendirse ante la falsedad. Si yo hubiera sido culpable, pues tan fácil como decir: “Ok, me agarraron y ya para qué voy a andar perdiendo mi tiempo y mi dinero”.
Son 14 años ya de cárcel, ingeniero, ¿nunca se ha quebrado el ánimo?
—¡Nunca y nunca se va a quebrar! Soy una gente con una voluntad muy fuerte y una mente muy terca. Mi cuerpo es el que está doblado por el problema respiratorio.
¿Cómo se ha financiado estos 14 años?
—Teníamos un dinero ahorrado. Lo fuimos gastando, vendiendo algunas cosas, hasta que se acabó. Mi familia está bastante endeudada.
¿Qué hay del audiovisual, la película que estaría preparando?
—Estoy haciendo un guión. Calculo terminarlo en unos dos meses. Quiero poner, sobre todo a los medios, de manera muy objetiva, cuáles son las acusaciones, cuáles son los hechos y cuáles las pruebas que demuestran la falsedad.
¿Buscará un productor?
—Pues a ver quién se anima, quién no tiene temor de poner las cosas como son.
Poca gente recuerda la historia de Mario Villanueva...
—Sí. Ya pasó mucho tiempo y mucha gente piensa que, como soy el culpable, el asunto está enterrado. Pero no será así. La sociedad debe conocer la verdad.
Me llama mucho la atención escucharlo con fuerza.
—Mi esposa dice que soy como un guayabo: me doblo quizá por ratos, pero no me quiebro. Tengo la razón jurídica y no voy a pasar a la historia como un culpable de algo que no hice. Así de sencillo.
¿Está peleando por su libertad o por su nombre?
—Por la verdad. Mi libertad va a llegar. Y quedará claro que yo no hice las cosas por las que me acusan. Le pido a la sociedad mexicana que me dé un voto de confianza.
jram