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natalia.gomez@eluniversal.com.mx
Dulce Flores sabe que su hermana Gertrudis está viva. La última vez que hablaron con ella fue en julio de 2011, cuando se comunicó desde Reynosa, Tamaulipas, para decirles que la tenían trabajando con grandes cantidades de masa para hacer tortillas y que luego la encerraban. Pidió a sus familiares que no la volvieran a llamar porque era peligroso.
Gertudris, a quien le decían Tula, tiene seis hijos y más de 40 años. Salió de La Libertad, una municipalidad de Francisco Morazán, en Honduras, con la decisión de llegar a Estados Unidos a trabajar para darle mejores condiciones de vida a su familia. Osman Castillo le dijo que le tenía trabajo y emprendieron su camino para México.
La hondureña estaba emocionada porque finalmente saldría de las precarias condiciones económicas en las que vivía. En La Libertad se dedicaba a vender diversos productos, pero que no le alcanzaba para sustentar a sus seis hijos, entre ellos unos gemelos de nueve años, los más pequeños.
Osman Castillo prometió trabajo y salieron en julio. Él llevaba a su hija con el objetivo también de cruzarla a Estados Unidos. Gertrudis no tuvo que pagar nada para que la trasladaran y en cada punto de descanso trataba de comunicarse con sus familiares, a quienes les decía las condiciones en las que se encontraba y su ubicación.
Recibieron llamadas de cuando pisó territorio mexicano y una de las últimas en la que les avisaba que estaba en espera de “pasar al otro lado”.
Luego pasaron días sin comunicación, hasta que volvieron a ver a Osman en La Libertad; él les dijo que su hermana Gertrudis se había desmayado en McAllen, Texas, y que no había podido hacer nada por ella.
Días después, Gertrudis se comunicó con una de sus hermanas para avisarle que la habían dejado en Reynosa, que la tenían trabajando y que la encerraban una vez que terminaba de amasar por largo tiempo.
Fue entonces cuando Dulce comenzó a investigar por su cuenta qué había pasado. Acudió a las autoridades de su país sin tener una respuesta. En ese trajín le llegaban rumores de que Osman, quien fue deportado de Estados Unidos, había vendido a su hermana Gertrudis porque no tenía el dinero suficiente para pagar al coyote el salto de su hija que iba embarazada.
“La situación de mi hermana era muy triste, no había empleo, pero también le advertimos que no le hiciera caso a ese hombre que tenía tan mala fama y que hasta lo relacionaban con secuestros”, comenta Dulce, vía telefónica.
Luego de cinco años no hay versión apegada a la realidad de lo que le ocurrió a la hondureña. Jamás se volvió a comunicar. Sus familiares se presentaron ante la PGR el pasado 28 de septiembre, cuando representantes de esa instancia fueron a Honduras para tomarles su denuncia.
Dulce Flores sigue viendo a Osman en La Libertad. Sin acceso a la justicia, lo único que les ha quedado es rezar, porque su madre afirma que su corazón no la engaña, le dice que su hija no está muerta.