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Por primera vez se conmemoró ayer el Día Nacional de Cáncer de Pulmón, afección que ocupa el primer sitio como causa de muerte por esta patología en el país y en el mundo.

En México se registran cada año aproximadamente 10 mil casos nuevos de enfermos de este tipo y casi el mismo número de muertes, alertó el coordinador de la Clínica del Pulmón del Instituto Nacional de Cancerología (INCan), Óscar Arrieta.

Al ser una enfermedad asintomática, silenciosa, no se detecta en sus etapas tempranas, advierte.

Las personas que desarrollan esta patología sólo acuden al servicio médico hasta que se encuentran en un periodo avanzado, “cuando ya no hay nada que hacer” y el mal está muy avanzado, señaló el especialista.

De manera temprana, este tipo de tumor sólo se diagnostica en 0.6% de los casos.

En etapas localmente avanzadas se diagnostica cerca de 65%, es decir, en estadio cuatro o periodo crítico.

El especialista explicó que “cuando el tumor crece e invade el bronquio, los síntomas más frecuentes son tos con sangre. Al invadir la membrana que rodea al pulmón, conocida como pleura, puede ocasionar la generación de líquido pleural y, en consecuencia, falta de aire de la persona afectada”.

Una vez que se disemina el cáncer, el enfermo pierde peso y siente malestar general.

Cuando dicha metástasis se registra en hueso, puede ocasionar dolor, y es el momento en que la persona acude al servicio médico.

Muchos casos no son registrados y ni siquiera se reportan como cáncer de pulmón, porque el afectado fallece con diagnóstico de neumonía, tuberculosis y otras enfermedades, por eso, esta enfermedad está subregistrada.

Otra de las razones por las que el paciente acude cuando tiene graves síntomas, es que el médico de primer contacto no piensa en un diagnóstico de cáncer y no hay sospecha de la enfermedad, por lo que no realiza estudios a profundidad.

Óscar Arrieta precisó que en América Latina y México existen diversos factores que contribuyen al desarrollo de esta patología, principalmente el tabaquismo. Le siguen exposición al humo de leña y a minerales como el asbesto y la tuberculosis. En el primero de los casos, su prevalencia es de 85%.

Los tratamientos dependen del tipo de tumor. En la actualidad se trata de personalizar esta atención, primero con la realización de estudios para determinar la posibilidad de definir tipos de mutación o cambios en el DNA que puedan predecir la respuesta al tratamiento, con el propósito de que sean específicos para cada paciente.

Lo más conveniente es el tratamiento local, que consiste en la cirugía, radioterapia o radiocirugía. Con alguna de las diferentes modalidades el paciente puede tener control de la enfermedad en etapa temprana.

En etapa localmente avanzada, cuando el tumor no tiene posibilidades de resección quirúrgica y no se invaden estructuras importantes que la hacen irresecable, es decir, que no se puede extirpar mediante cirugía, como son vasos sanguíneos grandes, corazón, vértebras, el tratamiento es con radioterapia y quimioterapia.

En caso de que el paciente se encuentre en periodo avanzado, se aplica quimioterapia para mejorar su calidad de vida, pero no se cura.

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