Más Información
Guadalupe Taddei solicitará ampliación del presupuesto para la elección judicial a la Cámara de Diputados; “si funciona, estaremos mejor en calidad y resultados"
Sheinbaum es una "consumidora voraz" de información: José Merino; el tablero de seguridad, herramienta clave, destaca
IMSS-Bienestar asegura mantener contratados a 2 mil trabajadores en entidades no adheridas al organismo
Rosa Icela Rodríguez se reúne con próximo titular del INM; “arrancaremos el 2025 con mucho trabajo”, asegura
SSa llama a tomar medidas preventivas ante bajas temperaturas; pide proteger salud por temporada invernal
"Ella me dijo: Si no te unes, la pandilla te va a matar. Si te unes, la pandilla rival te va a matar, o los policías. Pero si te vas, nadie te va a matar ".
Fue el consejo que le dio su abuela a Kevin, un joven hondureño de 17 años después que un pandillero lo intentó reclutar a la fuerza para que se uniera a su banda criminal.
Como él, miles de niños y adolescentes se han visto en la obligación de huir, solos o con sus familias, desde los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica , ante el temor que causan las pandillas que extorsionan, secuestran, reclutan por la fuerza o explotan sexualmente a mujeres.
La violencia de las maras (pandillas) se cobró la vida de 17 mil 522 personas en 2015; la mitad de ellas menores de 30 años, de acuerdo a datos de Amnistía Internacional.
Según estima la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 388 mil guatemaltecos, salvadoreños y hondureños huyeron de sus países en 2016.
Entre esos refugiados está Priscilla , quien junto a su marido llevaba una vida tranquila en Honduras, donde tenían una pastelería que les daba para vivir junto a sus cuatro hijos. Todo cambió para ellos cuando la mara se apoderó del barrio. A cambio de seguridad, el matrimonio comenzó a pagar el "impuesto de guerra" exigido por los pandilleros. Su vecina se rehusó y fue asesinada junto a dos hijos pequeños.
La mujer y su marido pasaron del miedo al terror cuando un hombre armado entró a la casa preguntando por su hija mayor: la joven había sido seleccionada para convertirse en la "novia" de su jefe. Entonces decidieron escapar con su familia y evitar que su hija engrosara las cifras de femicidios en el país.
Honduras es el país que registra más homicidios de mujeres en el mundo -478 fueron asesinadas en 2015-, la mayoría de ellas menores de 24 años. Los miembros de pandillas a menudo toman "novias", a quienes violan, abusan y matan.
Como el de Priscilla y su familia, barrios enteros han caído en manos de las pandillas, apoyadas por policías corruptos. Muchos migrantes relataron que no habían denunciado las amenazas ni los crímenes a la policía por miedo a que ésta informara a las pandillas.
El flujo de migrantes centroamericanos se está acelerando de manera progresiva y se ha convertido en un gran reto para los países que los acogen, como México, donde las solicitudes de asilo han aumentado en más de 1.050% desde 2011 hasta 2016. Las peticiones también han aumentado en Belice, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
"Si se compara la cifra de refugiados centroamericanos con la de otros países, como Siria, que es de millones de personas, parece una crisis pequeña. El nivel de violencia es el mismo, pero esta es una crisis invisible. Muchas personas no son registradas o no saben cómo ni dónde pedir asilo", dice a "El Mercurio" Francesca Fontanini, oficial regional de Información de ACNUR.
Así fue en el caso de Iván, quien junto a su mujer y siete familiares huyó de Guatemala después que sus tres hijos mayores -Miguel, empleado, de 19 años; Gustavo, jugador de fútbol, de 18, y Luis, de 13 años- fueran asesinados uno por uno por negarse a integrar una mara.
Partieron con lo puesto y sin ningún tipo de información rumbo a México. En el camino los asaltaron y el poco dinero que llevaban les alcanzó solo para llegar a Tapachula, una localidad mexicana muy cercana a la frontera con Guatemala, a la que podían tener acceso las maras. Iván temía especialmente por su nieto Pablo, pues las pandillas consideran a los niños perfectos para el trasiego de drogas porque no son imputables.
ACNUR descubrió a la familia en el centro de detención y logró trasladarla a un hotel rentado por la organización, donde están desde hace unas semanas.
La organización los apoya a través del programa de ayuda en efectivo, que les permite pagar la habitación del hotel y comprar comida hasta que puedan encontrar una casa o departamento para arrendar. También les brinda asistencia legal y psicológica, y para los niños, actividades recreativas y educativas.
Para seguir atendiendo las necesidades de estos miles de personas, ACNUR lanzó la campaña "Niñez que Huye", con la que pretende recaudar US$ 18 millones. Con esos fondos, la organización podrá seguir dándoles una oportunidad a Kevin, a Priscilla, a Iván y a tantos otros que como ellos deberán abandonar casa, familia y país para salvar sus vidas.
1.050% aumentaron en cinco años las solicitudes de asilo en México, uno de los principales países que acogen migrantes centroamericanos.
lsm