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Hoy muy temprano las cenizas de Fidel Castro llegaron al panteón de esta ciudad, su última morada. El cortejo fúnebre ha recorrido un largo camino, igual que muchos admiradores del líder cubano que viajaron desde la Habana hasta aquí.
Los críticos de la revolución se quedaron en casa, pero para los seguidores de Castro la exaltación del momento es tan grande que ya no hay cupo en los aviones para viajar a Santiago, hasta enero. Tampoco en los camiones. Afuera de la terminal Vía Azul de La Habana, un joven se acercaba el viernes a todo aquel que ya no encontraba boleto para informarle que él lo podría llevar: “Cobro 75 CUC (aproximadamente mil 500 pesos mexicanos) por el viaje de ida; el regreso tendrá un costo de 65 CUC”.
Rentar un auto es difícil: el costo va del equivalente a 16 mil pesos mexicanos hasta los 22 mil. Una suma casi imposible para un extranjero... definitivamente impensable para un cubano.
Tal vez por eso los buses disponibles el viernes en la noche (transportes privados adaptados) se llenan a la mitad... con periodistas. Simpatizantes cubanos, reporteros y algunos turistas inician un recorrido de 15 largas horas, 750 kilómetros, entre La Habana y Santiago de Cuba. El viaje desalienta la simpatía, nadie ve las películas de acción que pasan en el televisor y todos procuran dormir.
En el camino se pasa por Cienfuegos, Ciego de Ávila, Camagüey. En este pequeño poblado vive Jorge Pacheco, quien se gana la vida vendiendo verduras en una carreta empujada por todas las calles: “La muerte del comandante, eso para nosotros ha sido un dolor. Tú sabes. Era una cosa muy grande. Figúrate tú. Pero lo que nos dejó Fidel hay que seguirlo y no fallar”.
El camino a Santiago incluye una parada en la provincia de Holguín, donde está la localidad de Birán. Allí nació Fidel Castro en 1926. Alrededor de Birán se pueden observar la tierra, las cañas de azúcar y la sierra que vio trabajar a Fidel desde muy pequeño. También los grupos de migrantes haitianos que ayudaron con los cultivos de azúcar. Hay un museo que encierra parte de la vida de líder cubano, pero por el duelo está cerrado, así que sólo se pueden tomar fotos afuera de la casa. Poco importa en este punto: tras 14 horas de viaje, lo que todos quieren es llegar al último destino.
El camión rojo que salió de La Habana a las 11:59 de la noche del viernes, llega a Santiago a las 17:30 del sábado. Para ese momento, la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, escenario del último homenaje masivo a Fidel, ya está abarrotada de miles de personas con pancartas, llorando al comandante o acostados en el suelo como esperando un concierto, niños con el rostro pintado con el nombre del líder que murió. “Él fue el padre de nosotros, no sé cómo se fue así, sin decirle nada a nadie”, dice Leydis, una niña de seis años en la plaza.
La multitud escucha atenta a Raúl Castro, pero las emociones están con el recuerdo del líder histórico que murió hace 10 días, todos expectantes a que llegue el domingo para despedir, ahora sí por última vez, a Fidel Castro.