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La Habana.— Emblemática fibra de la indocilidad y sensible nervio del poder en Cuba, como centro de convergencia de los máximos puestos de mando partidista, político y militar, la Plaza de la Revolución, en La Habana, pareció ir cayendo desde la tarde de ayer bajo control rebelde, una vez más.
En el flanco este, relucientes figuras en hierro de los rostros de los comandantes revolucionarios Camilo Cienfuegos y de Ernesto Che Guevara. En lo alto de la posición oeste, la memoria del espíritu de José Martí, apóstol de la lucha por la independencia nacional.
En el ala sur, en un punto clave de dominio de la operación, una enorme imagen de Fidel Castro durante la guerra de guerrillas, de 1956 a 1959, en la Sierra Maestra, en el oriente de la isla. En una silenciosa y custodiada sala de un cercano rincón del sureste, en las más importantes entrañas de la institución castrense cubana y cerca de las bases del Partido Comunista, gubernamentales y estatales, una urna con las cenizas del Comandante en Jefe de la Revolución.
Y en la plazoleta, cientos de miles de cubanos y cientos de americanos, europeos, africanos y asiáticos aclamaron ya de noche el recuerdo del líder histórico del proceso revolucionario instalado en 1959, en un multitudinario homenaje al ex mandatario fallecido el viernes pasado en el que un pasado y un presente de indomabilidad se rindieron ante los restos del más importante personaje de Cuba de los últimos 63 años.
Familia. En la tribuna principal, y al lado de Dalia Soto del Valle viuda de Castro y de sus hijos Alexis, Alexánder, Alejandro, Antonio y Ángel, y de otros parientes, emergió un numeroso listado de jefes de Estado y gobierno y emisarios especiales de alto rango de América, Europa, Asia y África, con discursos encendidos para honrar al desaparecido dirigente cubano.
Durante casi cuatro horas se escucharon 18 discursos en los que se recordó al hombre y al revolucionario.
En la plaza, la muchedumbre respondía a una sola voz “¡Yo soy Fidel!”.
Este ha sido, hasta ahora, el mayor homenaje desde que Castro falleció, el pasado 25 de noviembre.
“Fidel somos todos”, dijo visiblemente compungida Lizet Martínez, de 33 años, habanera, casada, sin hijos e ingeniera informática, a EL UNIVERSAL. “Se nos ha ido nuestro líder. Aunque haya muerto, sigue con nosotros”, afirmó, en una de las atiborradas esquinas de la plaza, adonde acudió para demostrar que “he sentido mucho” la desaparición de la principal figura revolucionaria americana.
Al lado de ella, Yuniel Perdomo, de 29 años, dijo a este diario que “es bien merecido este homenaje, pero es muy poco para toda la vida que nos dedicó a todos los cubanos”.
Adolescentes, jóvenes y mayores coincidieron: agradecer a Castro.
“Cuando la Revolución triunfó en 1959, yo tenía 11 años y era analfabeto. Gracias a Fidel, yo, al igual que muchos cubanos, pudimos superarnos. Me alfabeticé, contribuí a alfabetizar y ahora soy doctor en Ciencias Geográficas”, contó Elías Ramírez, ahora de 68, y habanero pero originario de la zona oriental del país.
Su hijo, Érick Ramírez, de 41, dependiente de un almacén, casado, con dos hijos y habanero, recalcó que “daremos continuidad a los ideales de Fidel y seguir pa’lante hasta la victoria”.
Por eso, y desde el rango demográfico opuesto, Helen Arencibia, de 15 y estudiante de secundaria, paró un instante en su recorrido por la plaza y argumentó que “honrar a Fidel es algo que todo cubano debería hacer, por todo el esfuerzo que ha hecho por Cuba”.
Tras recordar que la responsabilidad ahora le corresponde a Raúl Castro, presidente de Cuba, para cumplir su misión como sucesor “de Fidel”, Arencibia advirtió: “Espero que Raúl siga los mismos pasos que su hermano”.
También de 15 años, vecino de esta ciudad y estudiante de secundaria, Ángel Montaña se unió a su condiscípula y a otros compañeros para recorrer la plaza y, cuestionado por este rotativo, contestó que la muerte del Comandante “nos chocó mucho y lo menos es poder rendirle honor”.
Ídolos. En las arengas lanzadas desde el estrado, las remembranzas repasaron momentos de la lucha del Comandante con dos de sus grandes aliados cuya presencia predominó en la plaza: el Che Guevara, el guerrillero argentino-cubano asesinado en octubre de 1967 en la insurgencia en Bolivia, y Cienfuegos, el comandante que pereció en un misterioso accidente aéreo en octubre de 1959, y todos al amparo de la insignia de Martí, baluarte de la lucha cubana por independizarse de la corona española. Y hacia Martí ahora irán los restos de Castro.
Emulando a la Caravana de la Libertad, que encabezó con sus tropas victoriosas de oriente a occidente en enero de 1959 rumbo a La Habana y asumir el mando de la Revolución, el cofre con las cenizas del caudillo empezará a ser trasladado, desde hoy en la mañana, en una expedición terrestre de occidente a oriente.
La despedida y salida final de La Habana será esta mañana, con un itinerario por algunas calles de esta capital por las que Castro transitó durante muchos años con un convoy que siempre alteró los ritmos cotidianos.
La escolta iniciará un recorrido en ruta al cementerio de Santa Ifigenia, en la oriental ciudad de Santiago.
Allí serán depositados el próximo domingo y reposarán para siempre cerca de donde están los de Martí: la secuencia de la rebeldía asume nuevas imágenes, todas emblemáticas entre Santa Ifigenia y la Plaza de la Revolución.