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Washington.— En un intento por apaciguar las aguas con la prensa, el presidente electo Donald Trump mantuvo ayer un encuentro con editores y periodistas del The New York Times en la que no quiso dejar dudas sobre su rechazo a las posiciones racistas y de la denominada “alt-right” (derecha alternativa), de la que se desmarcó por completo.
“Repudio a ese grupo”, sentenció, saliendo al paso de la controversia generada por la reunión de un grupo nacionalista blanco en Washington este fin de semana, que festejó el triunfo de Trump en las elecciones con saludos nazis y gritos de “Hail Trump”.
También defendió a su nuevo estratega en jefe, Stephen Bannon, acusado de supremacista blanco, racista y vinculado a la extrema derecha. “Si creyese que es un racista o de la alt-right o cualquiera de esas cosas (...) ni siquiera habría pensado en contratarlo”, dijo.
En el encuentro se retractó de algunas de las promesas electorales que lo catapultaron a la Casa Blanca.
En particular, se desistió de enjuiciar a la ex secretaria de Estado Hillary Clinton por el caso de los correos electrónicos, una de sus promesas más aplaudidas por sus seguidores y que incluso impulsó un cántico: Lock her up (enciérrenla), muy popular entre las bases “trumpistas” y el propio candidato, quien en uno de los debates presidenciales incluso amenazó a su rival demócrata con que la metería en la cárcel.
“Quiero ir hacia adelante, no hacia atrás. No quiero herir a los Clinton, no quiero”, zanjó el magnate.
Asimismo, dijo tener “la mente abierta” sobre el cambio climático, un aspecto que durante la campaña aseguró que era un “invento de China”, y dejó entrever que la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París no es tan clara como pareciera.
Tampoco confirmó la reinstauración de la tortura para acusados de terrorismo, algo que prometió durante la campaña —especialmente el método de ahogo simulado o waterboarding— y de lo que estaría dispuesto a retractarse después que su candidato para el departamento de Defensa, el general James Mattis, le confesara no estar a favor de esas medidas.
Sobre un posible conflicto de intereses entre sus empresas y el cargo que asumirá a partir del 20 de enero, Trump respondió: “La ley está totalmente de mi lado, el presidente no puede tener un conflicto de intereses”, apuntó Trump al periódico neo-
yorquino, parafraseando al ex presidente Richard Nixon cuando dijo que si un mandatario puede hacer algo no es posible que sea ilegal. Aun así, confirmó que prevé ceder el control de la compañía a sus hijos.
La Constitución estadounidense prohíbe de forma explícita recibir dinero de agentes internacionales, y eso afecta directamente los intereses empresariales del magnate.
El encuentro con The New York Times estuvo rodeado de polémica. En los últimos días el magnate ha atacado al diario a través de su cuenta de Twi-
tter calificándolo de “fallido”. Por la mañana, incluso, canceló el encuentro y posteriormente se reagendó.
De acuerdo con versiones de los periodistas que estuvieron en el encuentro, y que difundieron a través de Twitter, el mandatario electo les dijo que estaba interesado en mejorar su relación con el medio para “hacer más fácil su trabajo”.
Mientras Trump se alista para celebrar en familia el día de Acción de Gracias, el goteo de versiones para los puestos de gabinete que faltan por rellenar continúa. Las más recientes ponen al neurocirujano y ex aspirante presidencial Ben Carson, al frente del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano; según The Wall Street Journal, la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, sería embajadora ante la ONU.