Tras su asombrosa victoria en las elecciones de Estados Unidos, el nuevo presidente electo Donald Trump, sigue conservando un viejo hábito: un desprecio a la prensa que amenaza con instalarse en la Casa Blanca y provoca inquietud en el país.

Trump tildó a los medios (los críticos con él, que son la mayoría) de "deshonestos", "repugnantes" y "basura" en los mítines de su incendiaria campaña política, pero el triunfo en las urnas no ha servido de bálsamo para silenciar los tambores de guerra.

Solo dos días después de imponerse por sorpresa a la demócrata Hillary Clinton en los comicios del 8 de noviembre, el magnate republicano cargó sin miramientos contra los periodistas, a quienes acusó de alentar las protestas contra el resultado electoral que han sacudido las calles de numerosas ciudades estadounidenses.

"Acabo de tener unas elecciones presidenciales muy abiertas y exitosas. Ahora, manifestantes profesionales, incitados por los medios, están protestando. ¡Muy injusto!", escribió Trump en su hiperactiva cuenta de la red social Twitter.

Al día siguiente, con motivo de su primera entrevista televisiva como mandatario electo con la conocida periodista Lesley Stahl, de la cadena CBS, el multimillonario neoyorquino ninguneó a los medios.

"Creo que la prensa ha demostrado que es mucho más débil de lo que piensa la gente. Nadie ha sido jamás golpeado por la prensa como yo. Y aquí estoy", comentó a Stahl el presidente electo, quien llegó a negar las credenciales de prensa para sus actos de campaña a medios tan reputados como Politico, The Washington Post o BuzzFeed.

Y ya hoy, Trump atacó en Twitter a The New York Times, al que acusó de publicar noticias "totalmente falsas" sobre el proceso de transición a la Casa Blanca, que el diario ha descrito como "caótico" por desacuerdos y despidos en el equipo a cargo de ese traspaso.

"The New York Times está realmente molesto por parecer tonto en la cobertura que hace de mí", agregó el magnate, quien el pasado domingo tuiteó que el periódico perdía "miles de suscriptores" por su "cobertura muy pobre e inexacta del fenómeno Trump".

Aparte de sus diatribas contra el llamado "cuarto poder", el multimillonario ha causado malestar por impedir que los periodistas viajaran con él mientras se desplazaba de Nueva York a Washington el pasado jueves para reunirse con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Trump violó así una tradición arraigada en el país norteamericano, según la cual un "pool" de reporteros acompaña en sus viajes tanto al presidente como al mandatario electo, a fin de que los ciudadanos conozcan el paradero del jefe del Estado.

"Eso es inaceptable. Tienen que arreglarlo", aseveró Wolf Blitzer, excorresponsal de la Casa Blanca y leyenda de la CNN.

El presidente de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, Jeff Mason, reprochó que "esa decisión podría dejar a los estadounidenses ciegos sobre su paradero y bienestar (el del magnate) en el caso de una crisis nacional".

En 2001, por ejemplo, la ciudadanía supo -gracias al "pool"- que el entonces presidente, George W. Bush, recibió en una escuela de Florida la noticia de los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington.

Ante el alud de críticas, Hope Hicks, portavoz de Trump emitió un comunicado: "Esperamos operar un 'pool' tradicional -aseguró- y deseamos desarrollar nuestros planes en un futuro próximo".

El equipo de transición del empresario tampoco facilita su agenda diaria, como pasó en anteriores traspasos presidenciales, para desazón del pequeño grupo de periodistas que intenta cubrir en la Torre Trump de Nueva York las continuas idas y venidas de personas de confianza del multimillonario para confeccionar su Gabinete.

"No tenemos un 'pool' formal. Eso cambiará. Uno de los objetivos es mejorar la comunicación. La noche pasada podría haber habido una mejor comunicación", admitió hoy el portavoz del equipo de transición Jason Miller.

Miller se refirió a la salida del magnate y su familia, sin decir nada al "pool", el martes por la noche para cenar en el exclusivo restaurante 21 Club, próximo al rascacielos de la Torre Trump y que ha tenido como comensales a numerosos presidentes de Estados Unidos.

Ocho días después de las elecciones, Trump tampoco ha ofrecido una rueda de prensa para dar explicaciones de cuestiones como el polémico nombramiento como estratega principal de su Gobierno de Steve Bannon, criticado por sus comentarios racistas y misóginos.

Tras ganar las elecciones de 2008, Obama, por citar un caso, dio su primera conferencia de prensa en calidad de presidente electo el 7 de noviembre, tres días después de los comicios.

Sin embargo, Trump, que durante la campaña abogó por endurecer las leyes de libelo para demandar a reporteros que "deliberadamente" escriban "artículos negativos, horribles y falsos", afrontó su última rueda de prensa el pasado 27 de julio y, de momento, su equipo de transición no ha anunciado planes para la próxima.

Desde que ganó los comicios, el magnate ha concedido dos entrevistas cuidadosamente planificadas, una al diario The Wall Street Journal y otra a Stahl en el programa "60 minutos" de la CBS, pero sin el "toma y daca" habitual en las ruedas de prensa.

Según pudo comprobar Stahl en su conversación con el empresario, el "rencor (de Trump) hacia la prensa es total, vivo y profundo", incluso después de su reconfortante victoria electoral.

lsm

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