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Abdul Karim, un indocumentado sudanés de firmes convicciones, asegura que no abandonará la “jungla de Calais” hasta no tener pase migratorio seguro a territorio británico.
“De aquí no me mueven”, dice a EL UNIVERSAL el migrante de 28 años, quien momentos antes había sujetado con gran aprecio las manos de una voluntaria inglesa por haberle obsequiado unos zapatos, la prenda más solicitada en este campamento de refugiados localizado en el puerto francés más próximo a Inglaterra.
Abdul nació en la conflictiva región de Darfur, en Sudán, pasó su adolescencia en un campamento de Chad tras escapar de la limpieza étnica en su país, después viajó a Libia, Italia, Niza, París y desde hace seis meses se encuentra en el puerto francés, sin mayor educación que la ofrecida por la vida.
“No tengo patria, ni familia. Si renuncio a Inglaterra no me quedará nada”, declara con un marcado tono esperanzador.
Sin embargo, la determinación mostrada por Karim está a punto de verse truncada, porque el gobierno del presidente François Hollande ha decidido cerrar este campamento.
Ante la evacuación inminente, entre muchos reina la incredulidad. “Son puros rumores, es imposible que nos muevan a todos”, sostiene el afgano Ashiq Umar, quien vive en este lugar desde hace ocho meses.
Quien no se lo toma a la ligera es L’Auberge des Migrants, una de las principales organizaciones humanitarias que carga con el peso de abastecer el campamento de alimentos, vestido y medicamentos. “Es una operación extremadamente delicada y nos preocupa que sea más policiaca que humanitaria”, dice en entrevista uno de los representantes de la organización y quien se identifica como Sylvain de Saturne.
Como respuesta al anuncio del cierre definitivo, la ONG, compuesta por una brigada de 150 voluntarios, mayoritariamente ingleses, escoceses e irlandeses, aceleró el pasado fin de semana la ejecución de su plan de contingencia.
Por un lado, intensificaron la campaña de información para que los migrantes no firmen documentos sin pedir primero asistencia legal. El Protocolo de Dublín establece que los solicitantes de asilo deben quedarse en el primer país de la Unión Europea al que accedan, de allí que exista el riesgo de que sean devueltos a Italia o Grecia para que realicen sus trámites de asilo.
“Podría tratarse de una trampa que acabaría con el sueño de miles. El sacrificio de vivir en la jungla habrá sido en vano. Hay la posibilidad de que todo termine en numerosas deportaciones”, asegura Sylvain.
Los voluntarios apresuran los preparativos para reubicar a niños y mujeres en un terreno baldío y tener listos centenares de “paquetes salvavidas”, que incluyen alimentos enlatados, calzado y ropa de invierno, para quienes decidan deambular por las inmediaciones en lugar de ir a un centro de acogida.
Levantado en medio de la crisis de refugiados que sacudió a Europa en 2015, la “jungla” es una gigantesca vecindad formada por improvisadas viviendas de plástico, cartón y lámina, carente de los servicios básicos, como electricidad, agua y baños higiénicos.
Las autoridades estiman que ahí viven entre 5 mil 684 y 6 mil 486 inmigrantes, aunque L’Auberge des Migrants reporta en su censo de septiembre pasado a 10 mil 188 personas, de las cuales mil 22 son niños no acompañados. Además, continúa la llegada de familias.
Los refugiados proceden de países en conflicto, principalmente Somalia, Eritrea y Afganistán, quienes sienten tener mayor afinidad cultural con los británicos, entre los países europeos.
Al paso de los meses, el campamento —que creció alrededor de otros asentamientos previos, un refugio temporal y el centro Jules Ferry— ha ido adquiriendo la forma de un barrio marginal; se han instalado sencillas escuelas de francés y de artes plásticas, también han surgido más de 70 comercios, en los que se venden cigarros sueltos, bebidas azucaradas y alcohólicas.
Organizaciones como L’Auberge des Migrants, Secours Catholique y Care4Calais se oponen a su desmantelamiento. Sostienen que no hay garantías de que el desalojo será seguro y que la condición migratoria de cada una de las personas será revisada.
Si bien reconocen que la situación en el campo es crítica, afirman que al menos ahí reciben algún tipo de ayuda y no están expuestos a la vulnerabilidad de caminar sin dirección determinada por la costa francesa.
Sostienen que muchas de las personas tienen genuinas aspiraciones de buscar asilo en Reino Unido y Calais siempre será destino de quienes intenten cruzar clandestinamente el Canal de la Mancha para unirse con sus parientes en Inglaterra.
Todo eso está ahora en duda.