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Brasilia.— A Dilma Rousseff siempre le gustó definir su biografía en términos de lucha. Incluso ayer, al despedirse, advirtió: “Piensan que nos vencieron, pero se engañan”. Y prometió que seguirá en pie de guerra.
Desde sus días como joven militante clandestina de izquierdas, la recién destituida presidenta de Brasil acostumbra ver las etapas de su vida como batallas, ya sea contra la dictadura o la enfermedad o, como en el último caso, el que la sacó de la presidencia, frente a lo que consideraba una injusticia.
“Quien cree, lucha”, aseguraba una aguerrida Rousseff el lunes en su último discurso ante el Senado.
Sin embargo, la ex guerrillera perdió su último combate político cuando el Senado avaló la revocación prematura de su mandato, suspendido desde el 12 de mayo.
Quizá haya sido esa visión personal, el áspero carácter político de la hoy ex mandataria de 68 años, lo que la llevó a un callejón sin salida. Rousseff, elegida presidenta en 2010 como heredera del carismático Luiz Inácio Lula da Silva, perdió la votación en el Senado con sólo 20 apoyos, la mayoría de su Partido de los Trabajadores (PT), frente a los más de dos tercios (61 de 81) que reunieron sus adversarios políticos.
Muchos analistas creen que incluso aliados cercanos abandonarán pronto a la ex presidenta, conocida por su desdén por el diálogo y su impaciencia a la hora de negociar. Sus detractores la tildaban de soberbia, aunque Rousseff conservó siempre la fama de política honesta de sus mejores días.
Nacida el 14 de diciembre de 1947 en Belo Horizonte como hija de un inmigrante búlgaro y una maestra, Dilma fue una guerrillera en su juventud. Detenida, sufrió torturas durante la dictadura militar que gobernó el país entre 1964 y 1985.
En el gobierno de Lula, Dilma fue ministra de Minas y Energía y jefa de Gabinete y asumió la presidencia el 1 de enero de 2011 como la “heredera” de Da Silva, quien llevó a Brasil a primera línea del escenario mundial.
Pero Dilma carece del carisma de su mentor, quien le heredó junto con la presidencia una crisis en ebullición. Los escándalos de Petrobras hundieron las perspectivas del gigante sudamericano, y de la presidenta.
Mujer de imagen indómita, Dilma afirma que “esta historia no acaba así”. Y así como se recuperó de las torturas de juventud, y del cáncer linfático sufrió en 2009, hoy promete: “Volveremos”.