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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, partió el domingo a La Habana para una histórica visita donde buscará llevar a un punto de no retorno el acercamiento con Cuba y aprovechará para reunirse con Raúl Castro, escuchar a disidentes, dar un discurso y hasta disfrutar de una pasión en ambos países: el béisbol.
Obama, de 54 años, despegó de la base Andrews de la fuerza aérea, en Maryland, a bordo del Air Force One y se prevé que aterrice en La Habana la tarde del domingo para quedarse hasta el martes, en la primera visita a la isla de un presidente estadounidense en ejercicio en 88 años.
En su último año en el poder, y con las amenazas de algunos aspirantes republicanos a la Presidencia de romper relaciones con Cuba, Obama está decidido a que no haya vuelta atrás en el proceso de normalización de ambos países, apenas separados por 145 kilómetros pero enfrentados por décadas.
La visita habría sido impensable antes de que Obama y Castro se comprometieran en diciembre del 2014 a poner fin a un distanciamiento que comenzó cuando los rebeldes barbados liderados por Fidel Castro derrocaron en enero de 1959 a un dictador pro-estadounidense.
Desde entonces, ambos gobiernos han restablecido sus relaciones diplomáticas, firmado acuerdos comerciales, de telecomunicaciones y de transporte aéreo, entre otros.
"Nosotros queremos hacer el proceso de normalización irreversible", dijo en la semana el asesor adjunto de seguridad nacional de Estados Unidos, Ben Rhodes, en Washington.
"OBAMA VALIENTE"
La visita de Obama era muy esperada por los cubanos, que han visto a su Gobierno comunista sobrevivir a otros 10 mandatarios estadounidenses.
Policías vestidos de civil tienen controlada la seguridad en la capital, mientras que cuadrillas de trabajadores de obras públicas pusieron a punto las deterioradas calles de La Habana.
Los carteles de bienvenida con imágenes de Obama junto al presidente Raúl Castro comenzaron a aparecer en La Habana Vieja, una zona colonial que Obama recorrerá el domingo por la tarde poco después de aterrizar.
"Obama ha sido valiente en acordar las relaciones con Cuba", dijo Elena González, una maestra de escuela de 43 años.
A pesar de haber relanzado los vínculos bilaterales, Washington y La Habana aún mantienen profundas diferencias. Los 54 años del embargo económico impuesto por Washington continúan pesando sobre la isla caribeña, y su levantamiento es una de las condiciones que La Habana exige para normalizar por completo los vínculos.
"Son muchos años de desconfianza y no vamos a cambiar nuestro sistema, nuestros valores, aunque sí hay que mencionar que ya no hay invasiones, ni tensiones políticas", dijo Ileana Valdés, una enfermera de 55 años.
No estaba pactado un encuentro entre Obama y el líder de la revolución Cubana, Fidel Castro, pero el diario Juventud Rebelde mostró varias fotografías de Castro durante un encuentro con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, durante la tarde del sábado, horas antes de que el venezolano retornara a Caracas.
"Vimos a Fidel con una fuerza tremenda, como siempre", dijo Maduro tras una reunión de dos horas y media con Castro.
Los políticos estadounidenses critican al sistema de Gobierno unipartidista y la represión a los opositores, a quienes La Habana califica de "mercenarios".
La policía cubana, por ejemplo, detuvo brevemente a más de 200 opositores en días previos a la visita de Obama, según información de disidentes.
Uno de los eventos más esperados es el discurso que Obama ofrecerá el martes y que será trasmitido en vivo por la televisión estatal. Ese mismo día, planea reunirse con un grupo de disidentes y luego asistir a un partido de béisbol entre el equipo Tampa Bay Rays y la selección cubana.
"Los tiempos cambian y resulta excelente establecer relaciones con Estados Unidos, a pesar de que nos impone un férreo embargo. Pero tampoco podemos echarle toda la culpa de nuestros problemas al bloqueo", dijo un estudiante de medicina.
El martes, acompañado de su esposa Michelle y sus dos hijas, Obama viajará a Argentina buscando recomponer la relación con Latinoamérica, diez meses antes de que abandone la Casa Blanca.