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El autobús transita a baja velocidad y avanza casi por impulso inicial sobre una vía plana. El chofer tiene orden estricta de evitar movimientos bruscos en una ruta sinuosa, estrecha y con peligrosa peculiaridad: adyacente a la orilla del camino está uno de los más grandes campos minados del mundo.
El escenario es el perímetro de la Base Naval que Estados Unidos instaló en diciembre de 1903 en la bahía de Guantánamo, rincón suroriental de Cuba que es el único sitio del planeta en el que, con añeja desconfianza, militares estadounidenses y cubanos se vigilan las 24 horas del día y los 12 meses del año tras el triunfo en 1959 de la revolución castrista.
Sin cifras exactas, más de 200 mil minas están sembradas al lado de una vereda asfaltada que bordea el más antiguo santuario que las fuerzas militares estadounidenses disponen fuera de sus fronteras y que fue asumido a perpetuidad por Washington hace más de 102 años. Es, de hecho, la única “frontera” terrestre Cuba-EU.
El germen de uno de los más grandes campos minados del mundo fue colocado por EU hace unos 55 años en torno a la base, que tiene 117.5 kilómetros cuadrados (40% de suelo firme y 60% de pantanos y agua).
Imposición y vicio. El reducto fue impuesto por la Casa Blanca tras la guerra que estalló en 1898 entre España y EU en la isla y que acabó ese año con un pacto que otorgó a Wa-
shington el control de Puerto Rico, Filipinas y Guam y el dominio de Cuba a partir de 1899.
En 1901, el Congreso de EU emitió la Enmienda Platt, que autorizó la intervención militar estadounidense en Cuba, por lo que la estación —con dos aeropuertos, muelle, hospital, almacenes, barracas y planta desalinizadora, entre otros servicios— recuerda una política estadounidense de imposición en América Latina y el Caribe en el siglo XX.
Antes de 1959, la base carecía de demarcación y los soldados estadounidenses se movían sin restricciones entre suelo cubano y la parte ocupada. Pero Cuba cercó en 1960 el perímetro con una alambrada de 44 kilómetros de longitud.
De 1903 a 1959, la instalación generó fiesta y corrupción a su alrededor. Caimanera, pueblo cercano a la base, ofrecía prostíbulos, cantinas, garitos de juego y venta de drogas. Para las tropas de EU era sencillo cruzar límites y viajar por tren a Caimanera o a la ciudad de Guantánamo, cada una con más de 100 prostíbulos, en visitas que generaron trifulcas con los cubanos. Asesinatos, violaciones sexuales y otros casos que involucraron a los soldados de EU jamás llegaron a la justicia militar ni a la civil.
Como misión inicial, la base suministró carbón a buques estadounidenses y garantizó la seguridad del tráfico naval por el Canal de Panamá (abierto en 1914) y el Mar Caribe. A inicios de 2002, la Casa Blanca la convirtió en cárcel de acusados de terrorismo y prisioneros de las guerras que estallaron en 2001 en Afganistán, en 2003 en Irak y en posteriores teatros bélicos de Medio Oriente y Asia, tras los atentados terroristas de septiembre de 2011 en EU.
Así, Guantánamo es un punto sensible de los gobiernos de ambas naciones en el progresivo deshielo que anunciaron en diciembre de 2014 y que en julio de 2015 les llevó a restablecer lazos diplomáticos, en un historial de más de 56 años de choques mutuos. En vísperas del viaje del presidente de EU, Barack Obama a Cuba, que inicia hoy y concluirá el próximo martes, la Casa Blanca negó que la devolución del territorio esté a debate con La Habana y reafirmó que sólo desea cerrar la prisión de Guantánamo, cuestionada por violaciones a los derechos humanos.
Los asuntos “lesivos a la soberanía” deberán ser resueltos para poder “alcanzar relaciones normales entre los dos países”, advirtió el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba en un reciente editorial. “El territorio ocupado por la Base Naval de EU en Guantánamo, en contra de la voluntad de nuestro gobierno y pueblo, tiene que ser devuelto a Cuba, cumpliendo el deseo unánime de los cubanos desde hace más de cien años”.
Historial de roces. En una entrevista con EL UNIVERSAL, el historiador René González, presidente del Instituto de Historia de Cuba, dijo que “al triunfar la revolución, la base emergió como el lugar de mayor tensión entre las fuerzas armadas” de la isla y de EU.
“De inmediato empezaron las provocaciones de marines estadounidenses en la base, con ataques a soldados cubanos, primero de palabra, luego con lanzamiento de piedras y después con disparos a territorio nacional para tratar de que los soldados cubanos respondieran con fuego y que eso sirviera de justificación a una agresión militar”, narró.
Un informe de 1999 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba precisó que hubo 5 mil 236 “provocaciones” de 1959 a 1989 por militares estadounidenses en Guantánamo, con 610 actos violatorios del límite divisorio terrestre, 6 mil 330 del espacio aéreo y mil 322 de las aguas jurisdiccionales, con saldo de ocho cubanos muertos y 15 incapacitados. Las provocaciones variadas cesaron en 1995 y, según el recuento, la última vez que soldados de EU dispararon sobre una posta cubana fue en diciembre de 1989.
El campo minado fue establecido por EU a inicios de la revolución, con el alegato de que “Cuba estaba amenazando con intervenir en la base”, recordó González. Cuando los estadounidenses instalaron su campo minado, “nosotros establecimos el nuestro”, narró.
En el decenio de 1990, EU lo quitó y exhortó a Cuba a hacer lo mismo. “Pero hay una diferencia sustancial: ellos son capaces de sembrar, en media hora y con el armamento que tienen, el doble de minas que tenían. Nosotros no”, advirtió. “Las minas de Cuba son disuasivas”, alegó, al explicar que si ambos países quitan sus minas se incentiva la inmigración ilegal de cubanos hacia la base.
De pedestal militar, acusó González, pasó a una prisión que es “antro de violación de los derechos humanos de supuestos terroristas”.
Aunque la tensión bilateral mermó, el vasto campo de centenares de miles de minas que rodea a la base permanece intacto en el lado de Cuba.
“No pase”, se anuncia en un rótulo a la vera de la serpenteante vía.
“Campo minado”, se alerta.