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El estribillo es contagioso: “Ay, Obama/vuélvete loco/y ven a La Habana/vuelve otro día/pa’ que reparen/el edificio de mi tía”. Barack Obama es “el” hombre de moda hoy en Cuba. Con su visita de unas 48 horas —de la tarde de mañana a la tarde del próximo martes— consolidará el paulatino pero intenso “retorno” de los gringos a una isla en la que, de 1899 a 1958, ejercieron una decisiva influencia política, económica y cultural.
EU, que desde la segunda mitad del siglo XIX introdujo su músculo económico e incursionó en Cuba en áreas como azúcar, minería y tabaco, derrotó a España en una guerra en 1898 en la isla, a la que ocupó y le entregó la independencia en 1902, aunque en 1901 se dejó vía libre para intervenir en los asuntos internos cubanos, en un periodo que llegó hasta 1958 y es conocido como la “seudorepública”. Con el triunfo de la revolución en 1959, Cuba modificó su estructura de poder y, poco a poco, la interferencia estadounidense en la isla mutó a pleito. Cuba brincó de Washing-ton a Moscú y entró en la órbita de la entonces Unión Soviética.
En 1961, EU rompió relaciones con Cuba y en 1962 le impuso un embargo como castigo por sus nexos con los soviéticos y su sistema político. Con la caída del bloque soviético, de 1989 a 1991, la revolución tuvo que buscar nuevos aliados, que encontró en 1999 con Venezuela. Aunque EU mantiene el embargo, ambos países dejaron de ser enemigos desde que Obama y su colega de Cuba, Raúl Castro, abrieron en diciembre de 2014 un proceso para normalizar relaciones.