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La presidencia de Argentina se definirá este domingo entre dos empresarios, Daniel Scioli y Mauricio Macri, que un día decidieron meterse en política y que en pocos años se consolidaron como figuras emergentes y sustitutas de añejos y desgastados liderazgos.
Hace sólo dos décadas, ambos disfrutaban las festivas noches de Buenos Aires y eran perseguidos por los papparazi, Scioli como exitoso deportista motonáutico y Macri como el acaudalado heredero de una de las empresas contratistas del Estado más importantes de Argentina.
En el verano de 1996, Scioli le contó a su amigo Macri que quería dedicarse a la política, decisión que el millonario empresario y presidente de Boca Juniors celebró porque consideró que el país necesitaba “sangre nueva”.
Casi 20 años después, los dos se enfrentarán este domingo en las urnas en la segunda vuelta de las presidenciales, con la ilusión de convertirse en los sucesores de Cristina Fernández de Kirchner a partir del 10 de diciembre.
Hoy, los objetivos de cada uno son diferentes: Scioli, quien fue elegido por la presidenta como candidato del gobernante Frente para la Victoria, avanza a contracorriente de las encuestas que vaticinan su derrota porque su tope es el 45% de los votos.
Macri, candidato de la alianza Cambiemos, confía en que se cumplirán los sondeos que anticipan su victoria con más del 50% de los votos.
Ambos nacieron en Buenos Aires, con dos años de diferencia, uno en 1957 (Scioli) y el otro en 1959, y sus padres fueron amigos, amistad que hoy comparten sus mujeres, Karina Rabolini (pareja de Scioli) y Juliana Awada, bellas y exitosas empresarias de moda.
Scioli puede presumir que fue admirado y apoyado siempre por su padre, y una relación de tres décadas y altibajos con Rabolini, con quien no tuvo hijos, aunque la justicia lo obligó a reconocer a una hija extra matrimonial a la que se acercó cuando ella tenía 16 años y que ya lo convirtió en abuelo.
Macri, en cambio, arrastra las continuas y públicas críticas y descalificaciones de su padre, y después de dos divorcios y tres hijos, en 2010 se casó con Awada, con quien tuvo a su cuarta hija. El opositor ha capitalizado el descontento de una parte mayoritaria de la sociedad con el kirchnerismo, caracterizado por una fuerte intervención estatal en la economía, programas de asistencia a los necesitados y un estilo personalista de ejercer el poder que provocó confrontaciones con varios rivales políticos.