Cataluña encara elecciones el 27 de septiembre, en la estela de los comicios de 2012 y 2010, y las elecciones europeas (2014) y municipales en España en mayo de este 2015.

En estos casos la coalición gobernante de Convergència i Unió (CiU, desaparecida) perdió influencia y también fue desalojada del emblemático Ayuntamiento de Barcelona. Aunque CiU fue la candidatura más votada, fue defenestrada por una alianza populista y de izquierdas, que recuerda a la izquierdista Podemos, de implantación en el resto de España.

Este ejercicio está considerado como un sustitutivo del referéndum que el gobierno español no ha permitido desde que en 2010 había arremetido contra el borrador del nuevo Estatuto de Autonomía (que sustituiría al de 1979).

Fue la oportunidad que CiU, ya en descomposición, aprovechó y confirmó la conversión acelerada del propio entorno del presidente Artur Mas hacia el independentismo.

Esta evolución se producía ya en los momentos álgidos de la consolidación de Mas como delfín del presidente Pujol (hoy en desgracia por corrupción), que estuvo en el poder 23 años. En las décadas anteriores la hegemonía de CiU se había basado en servir de bisagra entre los dos partidos hegemónicos (PP y PSOE) y su uso inteligente del autonomismo.

Hoy, este “invento” está agotado para recabar un mayor número de votos y conseguir doblegar a Madrid.

Había llegado la hora de la tesis independentista. El objetivo prioritario era conservar el poder a toda costa. La tozuda resistencia legal del PP en el poder ayudó a Mas, que ya había recuperado la Generalitat tras unos años de gobierno “tripartido”, compuesto por socialistas, independentistas de Esquerra Republicana y antiguos comunistas.

Pero sucedió que en las elecciones de 2012, Convergència perdió escaños, se alió con Esquerra y forjó un frente independentista. Juntos, han presentado una candidatura común, en una lista única trufada de ciudadanos sin pasado partidario para dar el golpe final en lo que ha sido calificado como un “plebiscito”.

El rechazo del gobierno español ha advertido de la suspensión de la autonomía, mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución. De ahí que en el mensaje de convocatoria Mas no hiciera mención directa de la palabra tabú (“plebiscito”). En cualquier caso, el voto del 27 de septiembre es también un sucedáneo del referéndum.

Madrid alega que la consulta sobre la secesión no es un derecho exclusivo de los catalanes, sino de todos los españoles, detentadores en bloque de la soberanía nacional.

No obstante, el gobierno catalán ya organizó un “referéndum” extraoficial, celebrado el 9 de noviembre de 2014, en un clima festivo, al que acudió un tercio de los votantes. De lo que se deduce que los comicios son curiosamente tres ejercicios en uno: “referéndum”, elección autonómica y ”plebiscito”.

De lograr una mayoría parlamentaria, aunque solamente sea en escaños, y no en voto popular, Mas ha amenazado con una declaración de independencia unilateral. La reacción del gobierno sería contundente, respaldada por gobiernos europeos.

Una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE, según declaraciones de los centros de poder en Bruselas y capitales europeas. Las predicciones, después de los comicios, oscilan entre una vuelta al estatus quo con una autonomía reforzada, una negociación pragmática que permita un referéndum o una confrontación de consecuencias inciertas.

Catedrático Jean Monnet y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.

jroy@miami.edu 

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