Tras cinco semanas cerrada por el “corralito”, hoy ha abierto la Bolsa de Atenas en plenas negociaciones entre los miembros de la Troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Unión Europea) y el gobierno que preside Alexis Tsipras para acordar el tercer rescate financiero al país heleno. Y lo ha hecho con un desplome. Es decir, con una caída de un 23 por ciento en las dos primeras horas de apertura.
Pero la actualidad de esta semana que comienza en Europa no está tanto en Grecia, país del que no se ha dejado de hablar en los últimos meses ante la posibilidad de que diga adiós al club de los 28, sino en Francia y el Reino Unido y en la avalancha de inmigrantes que con la llegada del buen tiempo están intentando pasar cada día escondidos en camiones por el Eurotúnel, una estructura de 50 kilómetros de longitud que une ambos países a través del Canal de la Mancha y que se ubica en Calais (Francia). Lo hacen desesperados, con el riesgo de perder sus vidas, después de haber viajado miles de kilómetros desde sus países de origen y en busca de un futuro mejor. Y en los últimos días ya han muerto 9.
Por eso los ministros de Interior de ambos países, Theresa May (Reino Unido) y Bernard Cazeneuve (Francia) han enviado una carta a los líderes de la Unión Europea (UE) en el que solicitan ayuda a sus socios del viejo continente para controlar lo que califican de “problema”. La publicó ayer domingo el diario británico The Telegraph y en ella dicen que hay que poner freno a la inmigración ilegal, que debe ser una prioridad absoluta de la Unión Europea y que es necesaria la cooperación entre países. Lamentan que los inmigrantes los vean como un lugar que ofrece perspectivas de ganar dinero y niegan que eso sea verdad. “Nuestras calles no están bañadas en oro”, aseguran al final de la sorprendente misiva.
Desde hace unas semanas los alrededores del Eurotúnel están abarrotado de inmigrantes (hay más de 5 mil) esperando para cruzar escondidos en los camiones. Incluso han construido un campamento de casas de campaña de plástico que tiene hasta un templo y una escuela. Sólo la noche pasada lo intentaron mil personas y la semana pasada unos 2 mil. Así que Francia y el Reino Unido han decidido dar un paso adelante y volver a poner el tema de la inmigración ilegal sobre la mesa de la agenda europea. Y mientras Europa les responde ¿qué hacen? Francia, tradicional país de acogida hasta que dejó de serlo, ha reforzado la seguridad de la zona enviando más efectivos policiales y perros de vigilancia. Y Londres, invirtiendo 10 millones de euros en la construcción de un área de protección para camiones con destino al Reino Unido, y en la construcción en la terminal de Coquelles de una valla más fuerte.
Y todo eso acompañado de declaraciones que cuesta trabajo creer que se hagan en pleno siglo XXI como las del primer ministro británico, David Cameron, quien comparaba a los inmigrantes con insectos. La semana pasada dijo que había que acabar con la plaga y prometía que protegerá al Reino Unido “de la plaga de inmigrantes que quieren entrar en el país”. Lo dijo en Vietnam, a donde viajó acompañado de una delegación de empresarios y en una visita destinada a aumentar el intercambio comercial. Allí advirtió a los ciudadanos que si viajan al Reino Unido de manera ilegal no encontrarán refugio y serán deportados. Y para tranquilizar a sus ciudadanos, prometió que hará todo lo posible para que los británicos puedan ir de vacaciones a Francia y los franceses al Reino Unido.
Desde hace años la política migratoria se ha basado en cerrar las fronteras construyendo muros y vallas para evitar la entrada de inmigrantes. Entre los años 2007 y 2013 la UE gastó casi dos mil millones de euros en proteger sus fronteras externas, frente a los 700 millones que destinó a mejorar la situación de personas refugiadas y solicitantes de asilo. Y la mayoría de los gobiernos aprobaron leyes cada vez más restrictivas hacia los inmigrantes. El mensaje: si no puedes mantenerte económicamente, te vas. Y todo ello lo han hecho mientras negocian con los países de los que proceden esos inmigrantes, e incluso haciendo la vista gorda ante los abusos contra los derechos humanos que se sufren en esos países africanos y asiáticos.
Pero el principal problema que tiene hoy la UE en materia migratoria es que no hay una política común. No es lo mismo el fenómeno de la inmigración en España e Italia, por ejemplo, situados en el Mar Mediterráneo y a donde cada día llegan barcazas llenas de inmigrantes, que en Alemania, un país centroeuropeo a donde llegan muchos menos. Por eso el gobierno de la canciller Angela Merkel se resiste a ceder sus competencias sobre la gestión de fronteras.
Así que en una Europa que no tiene fronteras, los líderes no son capaces de ponerse de acuerdo y aprobar una directiva común que logre frenar la salida de inmigrantes de sus países de origen. Por ejemplo, si el gobierno marroquí se pusiera manos a la obra para evitar la salida masiva de inmigrantes a España, las mafias dejarían de operar a sus anchas. Tampoco hay una política común sobre el control de fronteras, ni una política común sobre la gestión de ciudadanos inmigrantes sin papeles detenidos en la UE, ni sobre los plazos y las condiciones de retención y repatriación de éstos, no hay una misma política de reagrupación familiar, ni de admisión de trabajadores temporales, ni de demandas de asilo… Hay reuniones, cumbres, promesas, y muchas muertes. Las de quienes cada día intentan llegar al viejo continente en busca de una vida mejor.