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Los griegos han votado “no” en un referéndum apresurado, confuso e injusto para la ciudadanía, en el que los políticos que habían llegado a un callejón sin salida se lavaban las manos como Poncio Pilatos y en un acto de democracia pedían la voz del pueblo.
En una jornada histórica seguida por el mundo entero y con un resultado esperado pero inverosímil, el país se encuentra con un gobierno reforzado en sus posturas contra las peticiones de reformas de Bruselas. Si bien el “no” se entiende como una negación de los principios de la zona euro, debe analizarse cómo ocurriría una posible salida de Grecia, así como las verdaderas intenciones del gobierno griego.
Por un lado, no existe un mecanismo formal en el Tratado de la Unión Europea (UE) que permita a un país miembro ser expulsado, pero esto no significa que la salida sea imposible, y de hecho hay tres posibilidades. Por un lado, Grecia puede tomar la iniciativa y pedir su baja del club del euro y tomar una decisión unilateral de cambiar su moneda nacional en virtud del derecho público internacional (lex monetae).
En otro caso, la salida podría ser de mutuo acuerdo, con todos los países de la UE usando el Artículo 352 del Tratado de Lisboa que podría servir de base para este fin. Finalmente, existe un mecanismo alternativo para activar la salida de Grecia, la retirada de los fondos de emergencia del Banco Central Europeo (BCE), lo que desencadenaría un default general.
Sin embargo, el referéndum no tenía este objetivo, ya que el gobierno de Syriza no tiene la intención de abandonar la zona del euro y ha declarado que lucharía en los tribunales europeos por su permanencia. El gobierno griego quiere retomar lo más pronto posible las negociaciones, respaldado por su ciudadanía para llegar a un acuerdo con los acreedores y que el BCE mantenga la línea de liquidez de emergencia a sus bancos. Sin embargo, la eurozona tendrá algo que decir cuando se vuelva a sentar en la mesa de negociación.
Con esta situación, se vislumbran muchas posibilidades pero solo dos alternativas posibles en las nuevas negociaciones. Por un lado, que la eurozona acepte el programa que el gobierno griego lleva pidiendo desde que ganó las elecciones en enero pasado. Un programa de mínimas reformas estructurales y una significativa restructuración de la deuda griega. Sin embargo, que esta opción sea aceptada por Europa es imposible ya que abre la puerta a un peligro moral ya que incentiva a otros países a seguir esta peligrosa conducta sin consecuencias. Esta opción acepta la solidaridad de todos sin la responsabilidad necesaria.
En segundo lugar, que Grecia caiga en default pero se quede en el euro gracias a una recapitalización directa de los bancos de Grecia por los socios de la zona del euro. Desde la perspectiva europea, esta opción podría ser el inicio de una nueva ronda de compromisos financieros únicamente si hay un acuerdo fuerte y creíble sobre reformas estructurales para impulsar el crecimiento y proteger la inversión de capital de Europa. Lo cual nos llevaría a una situación muy similar a la que llevó al final de las negociaciones y la llamada a las urnas.
María Lorca-Susino es profesora de Economía en la Universidad de Miami, experta en asuntos del euro