En Grecia ganó ayer el “Oxi”. Es decir, el “No”, en una votación decisiva para su futuro y para el de la Unión Europea (UE). Para sorpresa de muchos el pueblo griego votó ayer contra las condiciones impuestas por la Troika comunitaria (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo) para negociar un tercer rescate, y vencieron las tesis del gobierno de Alexis Tsipras. Y nada más conocer el resultado del referéndum miles de personas lo celebraron en la plaza Sintagma de Atenas.
Sin embargo, la pregunta que uno se hace ahora es si de verdad los griegos tienen algo que celebrar porque lo que está claro es que al país le espera un futuro incierto y lleno de interrogantes. De hecho nadie sabe en el viejo continente qué va a pasar. Es cierto que el gobierno de Tsipras ganó en la medida en que pidió el voto del “No” y los ciudadanos votaron mayoritariamente por el “No”. Pero, ¿tiene ahora Tsipras más fuerza para negociar con Bruselas dado que el resultado de las urnas supone una victoria para él? Seguramente sí de cara al ala más izquierdista de su gobierno, pero no frente al Eurogrupo para quien el resultado no cambia las cosas ni sus posiciones y para quien será Grecia la que deba aceptar las condiciones de la Troika.
También otra pregunta que hay sobre la mesa se refiere al Banco Central Europeo (BCE) cuya línea de liquidez de emergencia (ELA, Emergency Liquidity Assistance) ha mantenido vivos a los bancos griegos desde hace meses y más ahora que el segundo programa de rescate expiró el martes. ¿Seguirá el Comité de Dirección del banco con su decisión de congelarla, como anunció la semana pasada? Si es así ¿van a poder abrir mañana los bancos griegos? ¿Durante cuanto tiempo? ¿Acudirá la ciudadanía en masa a retirar sus depósitos y tendrán que ser los bancos cerrados o nacionalizados? ¿Continuará el “corralito”?
Hoy en el viejo continente no se escucha otra palabra que no sea Grecia, un país de 10 millones de habitantes situado en el Mar Mediterráneo que lleva años sufriendo una crisis que ha empobrecido enormemente a su población. Donde sus ciudadanos han padecido bajadas de salarios, subidas de impuestos, donde el 25 por ciento no tiene trabajo, donde la deuda supera el 180 por ciento del PIB, donde el gobierno debe pagar 9 mil millones de euros de deuda en los próximos meses, y donde desde hace una semana está instaurado el “corralito” y sólo se permite a los ciudadanos sacar 60 euros de sus cuentas corrientes al día. Lo que ha supuesto, entre otras muchas cosas, una paralización del pequeño comercio.
Tras el referéndum de ayer muchos ven la salida de Grecia del euro, el tan temido “Grexit”, más cerca que nunca, y temen las consecuencias que ello puede tener para el resto de países. Pero son pocos los que saben lo que va a ocurrir. Nunca un país europeo ha salido del euro. Ni siquiera de la Unión Europea. Y no hay una hoja de ruta. El artículo 50 del Tratado de Lisboa habla de que cualquier país que quiera puede abandonar la UE y por tanto el euro. Pero ninguno lo ha hecho.
Los socialistas griegos han dado 48 horas el gobierno para lograr un acuerdo con la Troika. Y el ministro de Finanzas griego, el flamante Yanis Varoufakis, ha dimitido esta mañana para facilitar las negociaciones consciente de que muchos líderes europeos habían pedido su cabeza. “Llevo con orgullo el odio de los acreedores”, ha dicho esta mañana al anunciar su dimisión en su blog en una de sus frases lapidarias.
Hoy lunes los miembros del Grupo de Trabajo de los 19 países que conforman el Eurogrupo (utilizan el euro) mantendrán una teleconferencia. Mañana martes el presidente del Consejo y de la Eurocumbre, Donald Tusk, ha convocado en una cumbre extraordinaria a los presidentes de gobierno de la Eurozona. También mañana martes la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Francois Hollande, se reunirán para tomar una decisión sobre qué hacer.
En la Unión Europea no hay unanimidad sobre los pasos a seguir. En Alemania, país principal acreedor de los bancos griegos, la mayoría de los ciudadanos están hartos de “ayudar” a Grecia y tanto el gobierno como la oposición no creen que se den las condiciones para aprobar un nuevo plan de rescate y exigen más austeridad o la salida del país del euro. Tampoco ven motivos para reestructura la deuda como pide Grecia. Lo mismo que piensa Finlandia, uno de los más duros con Grecia, y Holanda. En Francia el presidente Francois Hollande tiene una postura más conciliadora con Atenas y defiende volver a la mesa de negociación, mientras el ex presidente conservador Nicolas Sarkozy, echa leña al fuego acusando a los griegos de mentirosos y marrulleros, de estar jugando con Europa y aboga por echarlos de la UE. Por último en España el presidente Mariano Rajoy teme que tras los éxitos de Syriza en Grecia se repitan los de Podemos aquí. Mientras su gobierno una y otra vez trata de calmar a la población ante el efecto que pueda tener un Grexit en este país también en crisis, asegurando que España no es Grecia.
¿Han hecho los griegos que cuelgue de un hilo la estabilidad europea?, como dice hoy el Financial Times. ¿Tras el drama vendrá el dracma?, como se pregunta hoy la prensa alemana en referencia a la vuelta a la moneda griega anterior al euro. Esta semana que comienza hoy, y que es decisiva para el futuro del viejo continente, lo sabremos.