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Brasilia.— Las ramificaciones del caso de corrupción en Petrobras, que ha salpicado a 50 políticos, abrieron ayer una grieta en la coalición que sustenta a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, con el paso a la oposición del presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha.
Cunha anunció ayer su “ruptura” a título individual con el gobierno, aunque pretende inducir a que le imiten sus correligionarios del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el principal socio de Rousseff. El PMDB, que tiene la mayor bancada en el Parlamento, con 67 diputados y 17 senadores, además de seis ministros y la vicepresidencia de Brasil, ratificó que la decisión de Cunha es “personal”, aunque en los últimos días el partido ha escenificado un alejamiento del Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff.
Cunha acusó al gobierno de Rousseff y al fiscal general, Rodrigo Janot, de conspirar para incriminarlo en el escándalo por prácticas de corrupción en Petrobras.
“No puedo aceptar que el gobierno use su maquinaria para la persecución política de quienes se vuelven en su contra”, dijo Cunha a medios en Brasilia. Ante la crisis generada, el gobierno demandó a Cunha que su paso a la oposición “no se refleje” en sus funciones como presidente de la Cámara de los Diputados, que “deben guiarse por la imparcialidad y por la impersonalidad”.
Ello, porque algunos legisladores de oposición han pedido un proceso contra Rousseff, y Cunha, en su rol de presidente de la Cámara Baja, tiene la responsabilidad de decidir si se inicia. Además, el gobierno teme que la decisión de Cunha implique obstáculos a cualquier legislación que proponga la administración, que busca la adopción de un plan de austeridad. Agencias