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Vivimos momentos inciertos sobre el costo-beneficio ambiental que tienen los plásticos en nuestras vidas. Por un lado estos polímeros nos han ayudado a disminuir la cantidad de metal, madera y otros materiales ahorrándonos mucha energía y materias primas a tal punto que algunos creen que usarlo es una solución verde. Pero por otro lado somos testigos de la devastación y el daño ecosistémico que deja el abuso de este material creando artículos que llamamos desechables y que luego afectan a otros seres vivos en el planeta.
El punto es que mientras nuevos materiales más amigables con el medio ambiente son creados, debemos decidir qué pasará con los actuales. Los mismos que colapsan nuestros sistemas de drenaje, van a dar al mar y allí son comidos por más de 700 especies causando su intoxicación y muerte haciendo un daño irreparable a los ecosistemas y a las personas que subsisten directa o indirectamente de los recursos del mar.
Iniciativas como el cambio de legislación en los estados de Querétaro, Veracruz y Baja California, entre otras; muestran que una forma de poner un alto a la contaminación por plástico se puede lograr a través de prohibiciones. Muchos países están adoptando estas medias y ponen sobre la mesa el debate de cómo podemos prescindir de estos artículos superfluos como las bolsas o los popotes y además ponen presión a la industria para la creación de nuevos materiales 100% biodegradables e inocuos que permitan conservar y distribuir los productos.
Como es de esperarse, la industria del plástico requiere defender su negocio y para ello seguro nos dirán las miles de bondades de estos materiales y resaltarán cómo no podemos vivir sin ellos, de lo contrario tendríamos que volver a lo compleja que era la vida antes de 1950 cuando los primeros polímeros plásticos se crearon. Nos dirán que la solución es el reciclaje y que si lo hacemos más y mejor el problema se solucionará, pero eso no será cierto del todo.
Menos del 10% del plástico se ha reciclado desde que fue creado y diversos estudios han demostrado que el reciclaje no es una solución para la actual crisis de la contaminación plástica. En el mejor de los casos si aplicáramos la mejor tecnología disponible la reciclabilidad alcanzaría el 53% y para ser honestos, no todo lo que es reciclable necesariamente se recicla.
Prohibir los plásticos de un sólo uso es el primer paso para cuestionarnos sobre el abuso que hemos hecho de estos polímeros en nuestras vidas y la responsabilidad que tienen las corporaciones que decidieron vendernos todo, absolutamente todo, en este material. Aclarar que no se trata de acabar con este material para siempre, pero al menos deben estar prohibidos cuando su vida útil es infinitamente inferior a la cantidad que demorarán en descomponerse en el ambiente. Por ejemplo una bolsa plástica de polietileno tiene una vida promedio de 12 minutos y luego demora entre 150 y 400 años en descomponerse.
Esperemos que más estados se atrevan a regular y legislar sobre prohibiciones a este tipo de plásticos de un sólo uso y tomemos conciencia como sociedad acerca de terminar con este modelo cultural basado en usar y tirar, el cual no es sostenible en el tiempo, en este planeta de recursos finitos.
Coordinador de la campaña de Océanos de Greenpeace México