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María Esther Castillo trata de conciliar el sueño. Aunque se metió debajo de cuatro cobijas, dice que el clima helado de la calle se cuela al interior de su casa de madera con techo de lámina, y llega hasta sus pies en forma de un ardor y entumecimiento que la despierta, describe.
“Siento que es como hielo que quema en mis pies, no aguanto. Llevo 15 años de vivir aquí y esta es la temporada más pesada, pienso que este año va a dar mucha lata con tanto frío”, explica doña María, quien se desplaza con ayuda de una muleta.
Ella es una de las 2 mil 182 personas de la colonia La Pila, que tiene uno de los índices más bajos de desarrollo en la delegación Cuajimalpa, según el Consejo de Evaluación de Desarrollo Social del Distrito Federal.
“Hace un año hubo frío, pero ahora está cruel”, comenta Margarita Zepeda, de 69 años, quien tiene una pequeña casa con techo de losa y se mantiene de la venta de jergas.
En el interior, muestra unas cuatro cobijas, una pijama y unas botas de franela que ella misma confeccionó, todo para intentar dormir por la noche, cuando el frío arrecia.
Francisco Mendoza y su esposa Higinia Franco tuvieron que salirse unos días de su cabaña de madera.
“Ahorita dormimos en la casa de mis hijos, que es de losa, nos alojaron para no pasar tantas inclemencias”, dice Francisco, quien pide a las autoridades enviar médicos gratuitos a la comunidad esporádicamente, pues en La Pila sólo hay uno o dos y el centro de salud más cercano está en el centro de Cuajimalpa.
En abril de 2014 una granizada destruyó unas 500 viviendas precarias en La Pila, y aunque persiste el temor, a los vecinos sólo les queda pedir “que Dios no lo quiera”, como dice Amalia Olvera, quien habita una vivienda de madera.
Doña Amalia se recupera de una bronquitis, comenta que es complicado acostumbrarse a vivir en La Pila, pues si bien lleva más de 20 años de habitar ahí, el conflicto es que “nos enfermamos mucho”.
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