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Una semana bajo el cuidado que requiere un niño de su edad, las muestras de afecto y atención médica, fueron suficientes para que la niñez de Antony floreciera. En el hospital en el que se encuentra, bajo el resguardo de la procuraduría capitalina, ahora ya sonríe, habla, pide golosinas y pregunta por sus tíos captores.

La primera valoración médica del menor indican que el castigo al que fue sometido, por más de cuatro meses, le dejó no sólo lesiones físicas sino también psicológicas.

No confía en los adultos y por las noches aún se levanta llorando, preguntando principalmente por su madre. No se siente querido, pero sí rechazado; los especialistas empiezan a trabajar en este tema.

Con terapias y ayuda psicológica piensan regresarle la salud mental al menor. Todo esto, mientras las autoridades buscan a los progenitores que, aparentemente, pudieron regresar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor, dejando aquí al menor, bajo el cuidado de sus tíos, que nunca le mostraron afecto.

La colaboración que mantiene la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México con la embajada americana, hasta el momento, no ha logrado establecer de qué parte de los Estados Unidos exactamente es el menor de edad, por lo que se ha complicado la localización de la madre; incluso, no se descarta la posibilidad de que si regresaron, lo hayan hecho de manera ilegal.

En este sentido, se dio a conocer que los investigadores ya cuentan con fotografías y señas particulares de los padres, datos que son compartidos con otras procuradurías del país, en hospitales e incluso en morgues, para descartar que sufrieran algún accidente o que por causas de fuerza mayor ya no regresaran por su hijo.

A la postre, el menor hubiera podido sufrir más maltratos de parte de sus tíos, quienes aún callan ante la autoridad. No han querido revelar cómo es que el niño terminó de esa manera, el por qué lo tenían encadenado y, sobre todo, el paradero de los progenitores de Antony.

Argumentan que desconocen dónde están los padres y que “las cosas no son como parecen”.

Incluso, su defensa busca disminuir los delitos y dejarlo sólo como “omisión de cuidados”; pues, dice, sí le daban de comer al menor y en realidad no había tortura.

Antony por su parte, según los médicos, busca dejar esos tres meses atrás. Aunque tiene otro tío –hermano de quienes lo mantuvieron encerrado– y los abuelos que también vivía en el mismo domicilio, las autoridades buscan el mejor lugar donde el menor puede regresar a su vida.

Por ello, informaron que harán peritajes y valoraciones psicológicas, para determinar si su familia de sangre es apta para cuidarlos.

De lo contrario, entraría en un proceso de adopción, el objetivo es que nadie más vuelta a vulnerar la niñez de Antony.

No han regresado al domicilio. El domicilio en que fue rescatado, ubicado en colonia Gabriel Hernández de la delegación Gustavo A. Madero, ya fue revisada en dos ocasiones por las autoridades, para buscar pruebas y datos de la agresión que sufrió Antony; vecinos dieron a conocer que ninguno de los familiares del menor ha regresado a la casa.

En el techo del domicilio quedó un perro Pitbull, a quien los propietarios, antes de huir, le dejaron comida para varios días; sin embargo, ésta se acabo al tercer día, por lo que vecinos como pueden lo han alimentado y, sobre todo, tratan de darle agua.

Esperan que esta semana alguno de los tíos de Antony o incluso el abuelo –sobre quien no hay ni una imputación– regrese por el can; no obstante, advierten, “si no les importaba un niño, menos van a darle prioridad a la alimentación de un perro”.

La casa fue cerrada por los propietarios y no tiene sellos de la procuraduría; por lo que , incluso el sitio donde fue rescatado Antony, ya sufrió varias alteraciones. A pesar de eso, la investigación sigue su curso.

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