Más Información
Pifia ortográfica se cuela en transmisión del debate sobre CNDH; “Dictamen a discución” pasa desapercibido en Canal del Congreso
Delegación mexicana va a la COP29 en Azerbaiyán; promoverá “política ecológica y ambiental humanista” de Sheinbaum
Piden a Sheinbaum estrategia contra promesas de campaña de Trump; “lo va a cumplir”, advierten académicos de la UNAM
Se supo que el cuerpo de una chica había sido encontrado sin vida en Ciudad Universitaria, la mañana del 3 de abril, y no tardó en aparecer el estigma. Incluso la Procuraduría de Justicia local se permitió sugerir, a través de su cuenta de Twitter, que algo podría haber tenido que ver con la muerte una presunta inclinación por el alcohol de Lesvy Berlín Osorio Martínez, la víctima.
El atrevimiento se castigó con despidos en esa dependencia.
Y luego pasaron unos días y, aunque de las causas de la muerte se ha conocido poco, surgió información que aportó detalles de la vida de esa joven que terminó sus días atada a una caseta telefónica, en las inmediaciones de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.
Quién más contribuyó a la dignificación de Lesvy fue, nada raro, su madre, Araceli Osorio.
El viernes 5 de mayo, un contingente de unas dos mil mujeres, entre maestras, alumnas y trabajadoras de la universidad, llegaron hasta la explanada de la Rectoría para condenar el feminicidio y exigir resultados inmediatos a los encargados de la investigación.
De entre ellas salió Osorio. La mujer tomó el micrófono y, hablando a la multitud, describió a una joven con vocación de trotamundo, políglota en ciernes, que amaba la lectura, la cocina y la filosofía, y quien desde temprano en la vida había tenido que lidiar con dificultades.
El padre de Lesvy era extranjero y, aparentemente, habría tenido problemas para demostrar su estancia legal en el país cuando intentó registrar a su hija. No pudo hacerlo. Por eso a la niña la bautizaron como Lesvy, el apellido de su padre.
‘‘Lesvy quería estudiar lenguas, le gustaban las artes, la filosofía, la lectura. Gran aficionada a la lectura desde los cinco años, porque decía que quería ser ciudadana del mundo: ‘Mamá, no quiero quedarme. Yo voy a andar por todos lados, entonces tengo que aprender’”, dijo Osorio en su discurso ante las manifestantes.
Quería andar “por todos lados”. Y sí. Lesvy estudiaba en el CCH Sur, pero decidió dejar los estudios, ponerse a trabajar y vivir con su pareja sentimental. Sus padres estuvieron de acuerdo.
En su discurso, que fue replicado por La Jornada el martes pasado, Osorio denunció esa especie de tradición que, de manera automática, adjudica a las mujeres en México la responsabilidad de todo lo malo que les pasa.
‘‘Pareciera que nos gusta sufrir porque así vivimos: vivimos con violencia porque somos tontas, vivimos en la pobreza porque somos flojas, vivimos de la vida fácil porque decidimos o tenemos la necesidad de trabajar u ofrecer nuestro cuerpo. Y entonces nos van creando un mundo donde las mujeres son lo peor. Ni siendo niñas nos salvamos de eso”, dijo Osorio.
Al final de su intervención, la madre de Lesvy exhortó a las asistentes a mantener oídos atentos y voces dispuestas a compartir experiencias como la suya, “no para que lloremos ni nos lamentemos, sino para que sigamos adelante. Para que veamos que no estamos solas”.
“¡Ni una muerta más, ni un feminicidio más en la UNAM, ni en México”, arengó Osorio al final.
La investigación aún no determina cómo ocurrió su muerte pero, al menos se conocen ya, gracias a su madre, algunos detalles de la vida de Lesvy que ayudan a que se desvanezca el estigma.