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Debemos de aceptarlo: hay platos que, por más que queramos poner resistencia ante su sabrosura seductora por algún dejo mojigato de purismo culinario, simplemente no es posible. Salivamos, las piernas las sentimos débiles y nos rendimos pensando en que el siguiente año seremos fuertes y no nos dejaremos vencer tan pronto. Hace unas semanas, ya con el rush encima del Super Bowl, me topé con esta botana que es para los estadounidenses lo que el tamal para el día de la Candelaria: inevitable, inamovible, irremplazable.
El seven layer dip puede describirse como una ambrosía de siete capas geológicas que van desde los frijoles refritos de lata hasta el topping de pico de gallo, pasando por niveles -todos sustanciosos y bien servidos- de guacamole, crema, queso cheddar y salsa roja, acompañados por una ración nada pichicata de totopos. En suma: la esencia del estilo de comida Tex-Mex. Amigos: no cometamos el error de alzar las cejas y respingar la nariz por asumirnos culinariamente superiores gracias a que comemos frijoles de la olla y tortillas de comal, pues la maravilla de la cocina es su narrativa multicultural, donde la fusión, la adaptación y la apropiación de ingredientes y estilos es una cosa de todos los días.
Inténtalo en casa
Este platillo puede ser un salvavidas cuando los invitados ya tienen hambre y el asado todavía no está listo. Intercambia los frijoles refritos de lata por unos frijoles charros tiernos, ligeramente machacados y de textura untuosa. Luego, elabora un guacamole con destellos de chile de árbol y uno o dos dientes de ajo bien picaditos; finalmente, dile a quien más confianza le tengas que prepare una salsa de jitomate en el molcajete. Asa los jitomates, la cebolla y el ajo, y trabaja hasta obtener una textura grumosa, para que no suelte tanto jugo en el resto de la preparación. Coloca en un recipiente: frijoles refritos, guacamole, crema (si es de rancho, mejor), salsa roja, queso cheddar, pico de gallo, aceitunas, un poco de cebollín y totopos.
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