Más Información
Tras elección en la CNDH, Nashieli Ramírez pide piso parejo; “no sé si pequé de ilusa, no veía tan cantado”
Claudia Sheinbaum dice que ni la oposición ni Corte ni medios los venció; “la línea es clara”, reitera sobre reforma judicial
menueluniversal@gmail.com
Corrían ya los sesenta: tiempos de cambio, de vanguardia y de rebeldía desenfrenada por parte de los baby boomers. La sociedad que había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial se escandalizaba por la modernidad. Los jóvenes de nuestro país se vieron influenciados por la cultura pop internacional, principalmente la estadounidense: la música, la moda y las ideas revolucionarias permeaban el pensamiento.
En esta década, el rock llegó para quedarse. Los jóvenes, en búsqueda de una libertad de expresión y de acción, buscaron refugio en lo que se conoció como los “cafés cantantes”, lugares de moda donde podían ir a tomar bebidas no alcohólicas, platicar, bailar, fumar y escuchar música.
El Distrito Federal se inundó de estos puntos de encuentro como el Hullabaloo, El Gato Rojo, El Quinqué y El Sótano, escenarios de incontables conciertos de los mejores músicos y bandas de la época. El ambiente de los cafés cantantes invitaba a los asistentes a tomarse una malteada o un refresco, muy al estilo de las fuentes de soda que abundaban en Estados Unidos.
Música y malteadas
El concepto de fuentes de soda o soda shops comenzó a finales del siglo XIX y consistía en un mostrador o barra dentro de las droguerías o farmacias, donde se servían bebidas carbonatadas compuestas de jarabe y agua gaseosa. En un principio, estas bebidas tenían fines medicinales, pues la práctica de beber agua carbonatada se retomó de ideas antiguas que afirmaban que tomar y bañarse en agua mineral brindaba beneficios a la salud. La patente de las máquinas para hacer agua carbonatada o soda comenzó en Europa y llegó finalmente a Estados Unidos para 1806.
Pronto se abrieron las primeras fuentes de soda en Nueva York y el resto es historia. Para 1877 se estima se bebían 200 mil vasos de soda al día tan solo en Nueva York, lo que aumentó la popularidad de las bebidas sin alcohol.
La época dorada de las fuentes de soda se extiende a la década de 1950. Para entonces, estos negocios pasaron de ser barras de farmacia para convertirse en “bares”, donde además de sodas se servían helados, malteadas y postres: el lugar favorito de los jóvenes. Finalmente, la popularidad de estos establecimientos decayó con la apertura de los dinners y lugares drive-thru.