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Hace unos días, Rusia incrementó su presencia naval en las costas sirias, al grado de tener hoy estacionada ahí su mayor flota desde el inicio de la guerra. Días atrás, Washington había advertido que Assad podría estar planeando un nuevo ataque químico y que, si esto ocurriera, EU y sus aliados nuevamente tomarían represalias. Así, mientras el presidente sirio inicia la ofensiva para recuperar la provincia de Idlib, el último bastión importante de la rebelión, Moscú, su aliada, le acompaña en dos frentes: el de los bombardeos aéreos y el de la guerra informativa. Idlib no es otra cosa, afirma Rusia, que un “nido de terroristas” quienes cuentan con capacidades químicas. Como era de esperarse, el secretario de defensa estadounidense Mattis, lo niega. Entretanto, la ONU advierte de una nueva crisis humanitaria en el drama sirio: Idlib era el sitio al que miles de familias desplazadas por el conflicto se habían visto forzadas a migrar. Por tanto, una ofensiva mayor en contra de ese bastión rebelde, ocasionará centenares de muertes más entre la población civil, sin mencionar las nuevas oleadas de refugiados y desplazados que buscarán huir de la violencia. A pesar de que en estos días ha tenido lugar una serie de negociaciones con algunos de los grupos rebeldes, todo parece apuntar a que la ofensiva de Assad sobre Idlib escalará. Así que vale la pena aclarar en qué punto de la guerra siria nos encontramos, quiénes son los actores que participan, y cuáles pudieran ser algunas de las repercusiones de los enfrentamientos que se avecinan.
Primero, el conflicto sirio no es una guerra a dos bandos. Hablar de “los rebeldes” como un cuerpo integrado y unificado ha sido una de las trampas discursivas que menos contribuyen a la comprensión de lo que en este país ocurre desde el 2011. En la rebelión combaten milicias denominadas “laicas”, milicias islámicas locales y organizaciones jihadistas. Sin embargo, las relaciones entre estos grupos son complejas y las líneas que los dividen frecuentemente son porosas y difusas. A veces, estas milicias han combatido ferozmente entre ellas. Otras veces se han tenido que aliar para enfrentar a enemigos comunes. En ciertos momentos, militantes de la filial de Al Qaeda en Siria (anteriormente llamado el frente Al Nusra) deciden cambiar de lealtad y combatir en las filas de ISIS (quien, a su vez, procede de Al Qaeda, pero se separa y se confronta con ésta). Hoy en cambio, sabemos que muchos excombatientes de ISIS se encuentran peleando al lado de Al Qaeda en Idlib. Efectivamente, varias de estas milicias emplean repetidamente tácticas de terrorismo clásico contra civiles. Otras veces, sin embargo, se unen a combatientes que nunca han utilizado tácticas terroristas, sino tácticas de guerrilla en contra de las fuerzas leales a Assad. La ONU ha documentado, en efecto, que algunos de estos grupos rebeldes han perpetrado ataques químicos en el pasado. Sin embargo, de acuerdo con las investigaciones de ese organismo, así como las de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, las capacidades logísticas de estos grupos son muy inferiores a las del ejército sirio y, por tanto, cada vez que ha ocurrido algún ataque químico mayor, las responsables han sido las fuerzas leales a Assad.
En la esfera internacional, la rebelión, desde un inicio, fue apoyada mediante armamento y financiamiento por Turquía, Arabia Saudita (y sus aliados) y Qatar, con un respaldo, en menor medida, por parte de Estados Unidos y otros miembros de la OTAN como Francia. Israel también, buscando proteger sus propios intereses de seguridad, ha participado indirectamente armando y financiando grupos rebeldes, además de bombardear directamente tanto a las fuerzas sirias como a sus aliados. En el lado opuesto, Assad ha sido respaldado por Rusia y por Irán. Este último país, además de proveer recursos, armas y oficiales de élite, convoca a una serie de milicias chiítas procedentes de sitios como Líbano, Afganistán o Irak, las cuales son armadas y entrenadas por Teherán.
Con todo lo anterior, la guerra vivió años de una especie de empate o paridad hasta 2015. Cuando la balanza se empezaba a inclinar en favor de los rebeldes, Moscú se percató que la derrota de su aliado era una posibilidad completamente real, y entonces decidió entrar a ayudarle ya no solo con financiamiento y con armas, sino con una intervención militar que hizo palidecer a la de cualquier otro actor que operaba en la zona. Esto finalmente rompió el empate en favor de Assad, quien desde entonces se ha mantenido cosechando victorias. Estas circunstancias han orillado a muchos actores, como la propia Turquía, a repensar sus lealtades, y a tener que negociar sus intereses con Rusia, la potencia vencedora.
Ahora bien, a pesar de que a veces en el imaginario colectivo pareciera que EU se sigue entendiendo como una potencia en expansión y que, por tanto, ha buscado intervenir directamente en el conflicto sirio desde el inicio, la realidad es que Washington vive más bien, desde hace años, un largo período de repliegue. Esto tiene que ver con muy diversos factores que van desde lo financiero (endeudamiento y déficits insostenibles) hasta lo geopolítico, desde cuestiones de política interna, hasta los fracasos históricos de sus últimas aventuras intervencionistas, entre muchas cuestiones más. Como resultado, Obama nunca quiso entrar de lleno en la guerra siria; prefería que fuesen sus aliados quienes interviniesen de manera más activa con un respaldo limitado de Washington y en especial, de la CIA. Trump no piensa muy distinto. Para el magnate, EU no tiene nada que estar haciendo en conflictos ajenos que solo cuestan y no aportan réditos tangibles a la superpotencia.
Lo anterior, sin embargo, ha tenido dos excepciones, por las cuales finalmente la Casa Blanca sí ha tomado la decisión de intervenir directamente en Siria. La primera: el combate contra ISIS. Cuando esta organización (que nace de Al Qaeda en Irak, una rama que supuestamente Washington había neutralizado) mostró su poder y crecimiento en 2014, Obama no tuvo alternativa que ir tras ella, lo que no podía conseguirse solo en Irak dado que ésta agrupación operaba tanto en ese país como en Siria. Para hacerlo, Washington acompañó sus bombardeos con la formación de milicias especiales compuestas principalmente de kurdos, las cuales por cierto hoy controlan más del 20% del territorio sirio. La segunda excepción: el uso de armas químicas por parte de Assad. Esta línea roja que Obama trazó pero que finalmente no defendió, se convirtió en un frente de batalla especial para Trump. Mostrar que él sí respondería contra Assad era exhibir su fuerza ante aliados y rivales y, sobre todo, le permitía proyectarse como distinto y más atrevido que su antecesor. A diferencia de Obama, él sí cumpliría con su palabra.
Esto nos regresa a Idlib y a la situación actual. Hay quien cuestiona la lógica de Assad para llevar a cabo ataques químicos siendo que esto le puede ocasionar represalias por parte de Washington y sus aliados. Sin embargo, la realidad es que hasta ahora, dichas represalias de EU han sido muy limitadas y difícilmente funcionarán como factor disuasivo si es que el presidente sirio decide volver a emplear armamento químico. Por contraparte, los ataques químicos parecen haber sido altamente eficaces en distintos momentos de la guerra en términos de liquidar de golpe determinadas posiciones rebeldes, así como en aterrorizar a la población civil, entre la que la rebelión se vuelve muy impopular precisamente por atraer este tipo de violencia. Por último, es indispensable considerar que es muy posible que no siempre haya sido Assad quien de manera directa ha dado las órdenes para cometer los ataques químicos. Se ha reportado que, en ocasiones, altos mandos militares han sido quienes optan por hacerlo y, por tanto, la lógica que hay detrás de sus decisiones es mucho menos estratégica que táctica.
En suma, a pesar de las negociaciones en curso, la ofensiva de Idlib parece estar por iniciar. Dadas las circunstancias, y especialmente si esta ofensiva se prolonga, no es imposible que Assad o algún mando militar, opte en cierto momento por emplear armamento químico contra la rebelión, lo que, como siempre, será negado tanto por Assad como por Moscú. Si esto ocurre, es probable que EU y sus aliados se decidan a lanzar nuevas represalias contra el presidente sirio. Rusia, mediante el incremento de su presencia naval, está buscando si no disuadir esas represalias, al menos limitarlas. Al final, con toda seguridad, Assad recuperará Idlib, y, lamentablemente, veremos una nueva etapa de la crisis humanitaria siria ocurrir ante nuestros ojos. ¿Habrá, en estos últimos días, la inteligencia y capacidad suficientes para evitar estos escenarios que describo?