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Entre Israel y Rusia todo iba más o menos bien. Hasta que ocurrió lo que, todos sabían, eventualmente podía terminar ocurriendo dada la sobresaturación del espacio aéreo sirio, y dado el ineludible factor de que en la guerra que tiene lugar en ese país, Moscú se ubica justo del lado de los mayores enemigos de Israel. En efecto, el lunes pasado un avión militar ruso fue derribado durante un bombardeo israelí a territorio sirio. En una confusión, la aeronave fue víctima del fuego de misiles antiaéreos sirios que iban dirigidos contra los aviones israelíes, ocasionando su desplome y la muerte de 15 militares rusos. Lo primero que pudimos apreciar tras el incidente es la evidencia de visiones encontradas en Moscú al respecto de lo ocurrido. Putin reaccionó de manera moderada sin responsabilizar a Israel de los sucesos, los cuales, fueron planteados por el presidente ruso como producto de una “trágica cadena de circunstancias”. Sin embargo, el ministerio de defensa ruso sí responsabilizó a Israel de los hechos, afirmando que Rusia se reservaba el derecho de tomar represalias según lo considere necesario. Y ya el jueves, de manera muy posterior a las declaraciones exculpatorias de Putin, la embajada rusa en Tel Aviv escribió en Twitter que: “Moscú ve las acciones de la Fuerza Aérea Israelí como acciones irresponsables y hostiles, las cuales expusieron al avión ruso Il-20 al peligro y provocaron la muerte de 15 militares”. Esto podría estar reflejando que en Moscú hay muchos actores ya exasperados a causa de los acuerdos que Netanyahu ha logrado negociar con Putin a lo largo de los últimos meses, los cuales han permitido a Israel un importante margen de acción en Siria que podría ahora verse afectado. Intento sintetizar lo que hay detrás de estos hechos.
Primero, recordar que los dos grandes pilares que han soportado la defensa del presidente Assad a lo largo de los últimos siete años de la guerra en Siria, han sido Rusia e Irán. Rusia lo hizo inicialmente solo mediante armamento, financiamiento y asesoría; posteriormente mediante una intervención militar directa. Irán también ha respaldado a Assad con armamento, financiamiento y asesoría militar. Pero además de ello, Irán apoya a Assad mediante la contribución de las milicias chiítas financiadas, armadas y entrenadas por Teherán, la mayor de las cuales es Hezbollah. Estos diversos actores han ido recogiendo los frutos de sus esfuerzos en Siria a través de irse posicionando de manera cada vez más firme en ese territorio.
El problema es que Israel considera una amenaza a sus intereses vitales el reposicionamiento de su más acérrimo enemigo en la región—Irán—así como de las milicias que este país arma y entrena, en un espacio tan próximo a sus fronteras. Israel ha visto con mucha preocupación el aprovechamiento del caos en Siria para fortalecer en especial las capacidades militares y de armamento de la milicia libanesa de Hezbollah, grupo con el que el estado judío ya ha sostenido confrontaciones armadas, y con el que se encuentra en estado de guerra latente. Así, buscando resguardar lo que considera sus intereses de seguridad, Israel ha llevado a cabo ya unos 200 bombardeos sobre territorio sirio, dirigidos tanto en contra del ejército de ese país y diversas instalaciones militares, como contra posiciones de Hezbollah y más recientemente de manera directa contra posiciones iraníes. Se calcula que unos 140 militares iraníes han muerto en estos ataques.
Acá hay muchos temas a considerar. Menciono por ahora solo dos. El primero: ni Siria, ni Irán, ni Hezbollah han respondido de forma seria ante los bombardeos israelíes. El segundo es que la amplitud con la que Israel ha operado en los cielos sirios ha contado con el aval de Rusia.
En cuanto a Assad, las razones no son muy difíciles de entender. El presidente sirio lleva años combatiendo a una serie de enemigos internos y externos y lo último que necesita es una guerra contra un rival adicional, menos si éste es Israel. En cuanto a Hezbollah, además de estar también participando en la guerra siria, se trata de un actor que en la actualidad tiene responsabilidades políticas y cargos de gobierno en Líbano. Hasta donde sabemos, por ahora Hezbollah no ha deseado involucrar a ese país en una guerra contra Israel considerando que la sociedad libanesa vería muy desfavorablemente el ser arrastrada a una confrontación con el estado judío a causa de cuestiones externas o por defender a terceros. Irán de su lado, está incapacitado para responder contra Israel desde Siria. Podría lanzar misiles o ataques aéreos desde territorio iraní, pero ello sin duda escalaría el conflicto a una guerra de proporciones mayores, cosa que hasta ahora, prefiere evitar. De manera adicional a la crisis económica que vive Teherán, un conflicto armado detonado para defender sus intereses en Siria podría ser percibido negativamente por la opinión pública iraní en tiempos de creciente descontento social, además de que obstaculizaría los prospectos de negociación futura con Washington e incluso quizás con Europa. Dicho lo anterior, asumir que todas esas suposiciones seguirán vigentes permanentemente, puede ser un error fatal. La cuerda se ha tensado demasiado y tanto Siria como Hezbollah o Irán podrían responder eventualmente de distintas formas—incluso a través de tácticas distintas a una confrontación armada directa—contra Israel.
Ahora bien, hasta este punto, Netanyahu había podido negociar sus acciones en Siria con Rusia, el país que se está alzando como la potencia extranjera con mayor peso e influencia en ese territorio. De una parte, Rusia entendía perfectamente que, si Israel entrase en una guerra abierta contra Assad, ello podría dañar el no pequeño capital que el Kremlin ha invertido para respaldar al presidente sirio, lo que, a su vez, pondría en riesgo a los propios intereses rusos. Pero, de la otra, para Moscú, el creciente fortalecimiento de las posiciones de Irán y sus aliados en el territorio sirio también presenta altos riesgos a causa de la inestabilidad que ello puede provocar. Como resultado, Putin ha accedido a que Israel se mantenga atacando posiciones iraníes y de sus aliados, bajo la premisa de que no se comprometa, en lo esencial, el poder que Assad ha logrado recuperar en el país y, por supuesto, bajo la suposición de que las bases y personal militar ruso no sufran consecuencia alguna.
El derribo del Ilyushin-20 podría alterar estos acuerdos. Claramente, pensando con una lógica de largo plazo, Putin comprende que en la medida en que Irán y sus aliados sigan incrementando su fuerza en el territorio sirio, en esa medida Israel seguirá atacándolos, lo hará con o sin el aval de Moscú, y probablemente con el apoyo indirecto y eventualmente directo de Washington, lo que terminará por afectar los intereses del Kremlin en la zona. Sin embargo, es también evidente que en Moscú hay voces que han terminado por exasperarse de la permisibilidad con la que se ha dejado a Israel operar en territorio sirio, lo que parece haber salido a la luz tras el último incidente. Los militares rusos llegaron incluso a acusar a los aviones israelíes de que usaron la aeronave rusa como escudo ante el embate de los misiles sirios. Israel, por supuesto, lo niega, pero sí se reconoce que algo falló en el mecanismo de coordinación que existe entre Tel Aviv y el Kremlin. Por un lado, la aviación israelí corrió un enorme riesgo al decidir bombardear la zona de Latakia, muy cerca de donde Rusia tiene su base aérea. Pero, por otro lado, al parecer, Israel informó al Kremlin de sus bombardeos con menos de un minuto de anticipación, cosa que sin duda enfureció a mucho más de una persona en Moscú.
Lo que sigue es esperar el resultado de las intensas negociaciones que en estos momentos tienen lugar entre Israel y Rusia. Para ambos actores, lo mejor que podría pasar sería que Irán decidiese replegar sus posiciones de Siria, pero es poco probable que, dadas sus propias circunstancias, en estos momentos Teherán vaya a tomar una decisión así. Por consiguiente, las probabilidades indican que Israel seguirá atacando territorio sirio a lo largo de los próximos meses, con o sin acuerdo de Moscú. Sin embargo, si el trato que actualmente tiene Netanyahu con Putin se llega a vulnerar, la capacidad de la aviación israelí para operar en los cielos sirios se podría complicar considerablemente. Adicionalmente, como dije, la cuerda que detiene hoy a Irán o a Hezbollah de responder ante los ataques de Israel se podría estar rompiendo de manera peligrosa. Considerar todo lo anterior en las negociaciones en curso, no es simple, pero es indispensable ante los escenarios que podrían estarse cocinando.
Analista internacional. Twitter: @maurimm