¿Fue o no fue ataque terrorista el tiroteo masivo en Las Vegas? Las autoridades estadounidenses están, al momento de este escrito, cuidando mucho su lenguaje e indican que el atacante Stephen Paddock, estadounidense, residente de Nevada, probablemente actuó solo y no está conectado con grupo militante alguno. Por otro lado, la agencia de noticias de ISIS, Amaq, afirma que el autor del atentado es un “soldado del Estado Islámico” quien hace unos meses se convirtió al islam y quien respondió a los llamados de esa agrupación para atacar a los países de la coalición que le combate. Este es el discurso que usualmente utiliza ISIS cuando el atacante es un “lobo solitario” quien no necesariamente tiene vínculos operativos, financieros o materiales con la organización, pero que actúa inspirado por ésta. A pesar de que las consecuencias del ataque o la cantidad de lamentables víctimas no cambian en modo alguno a partir de cómo se decida categorizar o nombrar a la violencia cometida, las implicaciones psicológicas y políticas varían considerablemente dependiendo de qué clase de evento se trata.

Primero, lo que diferencia a un tiroteo masivo común –una violencia por la que mueren muchísimos más estadounidenses cada año- de un ataque terrorista, se encuentra no en el tipo de crimen, en los métodos o herramientas usadas para cometer el acto, o en la cantidad de víctimas o daños ocasionados. La diferencia está en las motivaciones. En un atentado terrorista, el atacante emplea a la violencia y sus consecuencias como instrumentos para generar terror en terceros, y para canalizar, a través de ese miedo colectivo, un mensaje o una reivindicación política, ideológica o religiosa, y así ejercer presión psicológica sobre tomadores de decisiones, sobre determinados sectores sociales o sobre una sociedad completa. En un tiroteo que tiene otro tipo de motivaciones, no hay reivindicaciones políticas o ideológicas de por medio y los blancos normalmente son las víctimas directas, no los terceros que atestiguan el crimen (directamente o a través de medios o redes). La salud mental del atacante no determina si un acto se denomina terrorismo o no. Ciertos individuos, como Omar Mateen, el autor del atentado de Orlando en 2016 (también reivindicado por ISIS), pueden presentar rasgos de enfermedad mental, mientras que otros atacantes no los presentan.

Ahora bien, el FBI indica que no hay lazos entre Paddock y algún grupo terrorista. Es muy probable que así sea, pero eso no se contradice con la forma como frecuentemente ISIS reivindica atentados que no son directamente suyos. De hecho, alrededor de 70% de muertes por terrorismo en países miembros de la OCDE son el producto de atentados a manos de lobos solitarios (GTI, 2016). Lo que comúnmente hace ISIS es cerrar el mensaje, apropiarse del acto, introducirlo a su narrativa, y de ese modo, vincularlo a su red, aunque sea solo mediática y psicológicamente. Para tal efecto, la organización continuamente hace llamados, publica videos, y enaltece a todos quienes cometen un atentado a su nombre, del modo que sea, donde sea, y, sobre todo, contra habitantes de países involucrados en la coalición que le combate. Eso multiplica el poder de su marca, su capacidad de atracción, y su eficacia percibida.

Más aún, si en efecto se demuestra que Paddock es un converso al islam –algo que hasta el momento de este escrito es solo afirmado por ISIS-, no debería ser una sorpresa. Según un estudio efectuado a partir de bases de datos europeas, presentado por Olivier Roy con su tesis acerca de la “islamización del radicalismo” (Jihad and Death, 2017), uno de cada cuatro jihadistas de la muestra estudiada es converso al islam, un fenómeno que también se ha visto en países como Canadá. Roy argumenta que la mayor parte de los atacantes (conversos o no) en esos países, exhiben un patrón común: Durante los meses previos a la comisión del atentado, experimentan una especie de “renacimiento” o “despertar” que les brinda su reciente acercamiento con el islam. Este acercamiento puede ocurrir presencial o virtualmente.

Como decíamos, el efecto psicológico aumenta si el tiroteo de Las Vegas se confirma como ataque terrorista pues hay muchos mensajes que éste lograría transmitir. El primero es que nadie está a salvo de las garras de esta clase de violencia. Esta vez se trató de un concierto en Las Vegas. Decenas de muertos, cientos de heridos, todo llevado a cabo desde la habitación de un hotel. El hecho de que el ataque hubiese sido perpetrado por un residente de Nevada demuestra, una vez más, que los cierres de fronteras o controles legales para restringir la inmigración, son incapaces de detener este tipo de atentados cuando la motivación para cometerlos existe. Alguien, eventualmente, actúa desde casa, libra los cercos, esquiva a las agencias de inteligencia. Si, efectivamente, al atacante actuó solo, no hay vínculos de comunicación o planeación con red alguna, por lo que las pistas que se dejan son mucho menos. Es más, cuando en EU ocurren tiroteos de este tipo, tiende a elevarse a la agenda el debate acerca de la accesibilidad de las armas, un tema que sin duda es necesario discutir. Sin embargo, como se ha visto en muchos otros países en donde no existe la libre compra-venta de armamento, si la motivación de cometer un atentado terrorista existe, éste se lleva a cabo adquiriendo las armas en el mercado negro, o bien, mediante otros instrumentos tales como explosivos caseros, cuchillos o hasta con el uso de vehículos para atropellar personas. Ejemplos de lo anterior los encontramos en los atentados de Londres o Barcelona apenas hace unas semanas.

Hay otros mensajes que, al margen de que existiese algún vínculo entre ISIS y el atacante, o no, se encuentran ya en plena operación: Al adjudicarse el atentado, la organización busca comunicar que su capacidad de daño –a través de cualquiera de sus brazos- goza de buena salud. De modo que, si bien sus centros operativos en Siria e Irak han sufrido sus mayores golpes desde 2014, el resto de su red sigue de pie. Esta red tiene operaciones en 28 países, e incluye poderosas filiales, células medianas, chicas, reclutas virtuales y miles de atacantes solitarios dispuestos a cometer atentados en su nombre y que no emergen a la luz hasta el día que cometen el ataque.

Es natural que Trump intentará presentar este acto como un acto no vinculado a ISIS o a la clase de terrorismo que él busca combatir. Al final del día, el atacante no se enmarca dentro del perfil que el presidente ha dibujado como la raíz de las amenazas. No es un inmigrante, y si acaso es verdad que sea musulmán, se trataría de un converso reciente, quien, a decir del FBI, no tiene vínculos con organización terrorista alguna. Sin embargo, en caso de que se demuestre de que el acatante hubiese efectivamente actuado inspirado por ISIS, esta clase de violencia debe dar lugar a reflexiones profundas, reflexiones en las que hay ya muchos autores involucrados: En estos tiempos de interconectividad masiva, ¿qué tan solitario es realmente un lobo solitario? ¿Qué clase de vínculos no-materiales entre la organización y el atacante se entretejen con características y motivaciones individuales para propiciar ataques como los que hemos visto en tiempos recientes? Y entonces, ¿es posible desactivar los procesos de radicalización que son detonados a distancia? En responder adecuadamente esas preguntas, quizás podremos empezar a encontrar algunos caminos para detener esto que en los últimos años parece imparable, insisto, al margen de conocer más sobre la naturaleza de lo ocurrido en Las Vegas.

Twitter: @maurimm

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