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Hoy en día, la corrupción es uno de los principales lastres que tiene el país. Este delito, por lo general, implica la violación de las leyes y las obligaciones por parte de un funcionario o un particular, con el objetivo único de obtener un beneficio personal a partir del uso indebido de su cargo o un bien público.
Un acto corrupto puede abarcar una amplia variedad de modalidades, como son el soborno, el tráfico de influencias, la desviación de recursos, el fraude, la extorsión, el nepotismo y el cohecho, todas ellas al margen de la ley.
Un estudio realizado por la organización Mexicanos Contra la Corrupción da cuenta de que los mexicanos ubican a la corrupción como el segundo problema más importante del país, sólo después de la inseguridad y delante del desempleo. Además, el mismo estudio nos revela que la Ciudad de México es la entidad federativa con mayor percepción de corrupción, donde 95.1% de sus habitantes consideran que las prácticas de corrupción son muy frecuentes o frecuentes.
Lo anterior se traduce en una baja confianza en las autoridades, no sólo para prevenir y sancionar los actos de corrupción, sino también para resolver todos los problemas que aquejan a la Ciudad de México como son la inseguridad, el desempleo, la contaminación, la falta de agua potable, la pobreza, el transporte e infraestructura urbana de mala calidad, la violencia de género, por mencionar algunos ejemplos.
Sin embargo, para combatir la corrupción necesitamos:
1. Gastar mejor el dinero de los impuestos de los ciudadanos. Ello implica planear bien las compras y las obras públicas que se realizarán para que no tengamos que invertir más dinero por haber hecho mal las cosas.
2. Transparencia total. Si bien pocos ciudadanos confían en cómo el Gobierno usa el dinero de sus impuestos, es importante transparentar todos los procesos de obra pública, dando a conocer la forma y los criterios de cómo los funcionarios deciden qué proyecto y qué empresa ganará el contrato del mismo, así como también el avance en la ejecución de las obras.
3. Tú decides quién combatirá la corrupción. Si en verdad queremos acabar con este flagelo, necesitamos un fiscal anticorrupción completamente independiente, que no le deba su trabajo a la jefa de Gobierno, ni a la Asamblea Legislativa o a los futuros alcaldes. Por ello, es importante que sean los propios ciudadanos quienes lo elijan mediante el voto directo y que además tenga las facultades necesarias para castigar cualquier acto de corrupción en el Gobierno, sin importar de quién sea.
4. Autonomía financiera y de gestión a la Auditoría Superior de la CDMX. Una de las instituciones encargadas de vigilar que el Gobierno local y los funcionarios cumplan con sus responsabilidades y con la ley está sometida por todos los partidos políticos en la Asamblea Legislativa. Por ello, es importante que la Auditoría Superior de la CDMX sea verdaderamente autónoma en su operación y en su presupuesto.
Ello permitirá realmente fiscalizar a todos, sin excepción alguna.
Twitter: @mariana_boy