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Manuel Gómez Morín Martínez del Río es un gran mexicano. Lo conocí en el ejercicio libre de la profesión. Lo he visto litigar ante tribunales, llevar amparos ante la Suprema Corte de Justicia, y ayudar a personas sin recursos a resolver sus casos sin cobrar un solo peso. Hoy es candidato a presidente nacional del PAN, y aprovecho para resaltar dos cualidades que son indispensables para la política:
1.- Honestidad probada. Manuel tiene experiencia en el servicio público tanto a nivel municipal, en el gobierno federal y como diputado federal. Tiene una trayectoria limpia: totalmente limpia, y eso es urgente en el PAN y en cualquier partido político.
2.- Valentía. Manuel es firme en sus posiciones, pero siempre guarda una actitud conciliatoria y dispuesta. Ha sido valiente en decir lo que piensa, en actuar en congruencia con sus valores. Quizás por eso lo amenazan con la expulsión y constantemente es excluido.
Manuel es un hombre que con su vida honra los apellidos de su abuelo, el fundador del PAN y el de su padre. Es cierto que “la sangre llama”, pero lo que define a Manuel es su propia persona, es su lucha por la congruencia y la honestidad en su vida.
Lo natural es que un hombre como él, pudiera ser candidato a la presidencia de su partido sin muchos obstáculos. Pero no es así. ¿A qué se está enfrentando Manuel Gómez Morín?
Terminando las elecciones, algunos grupos de buena fe pidieron una etapa de transición que permitiera reformar los estatutos con el fin de hacerlos congruentes con la doctrina. Claro que no fueron escuchados, y los órganos de gobierno —controlados por el grupo de Anaya— iniciaron el proceso para la renovación de presidente nacional como quisieron.
El proceso inició con una comisión electoral que decidió aceptar un padrón que acepta que no es confiable. Han llegado a quitar cientos de miles de personas y permitido que algún líder meta otros miles de personas en una noche. Claro que este padrón solo lo tenía el candidato oficial. Por si fuera poco, se tardaron semanas para publicar la convocatoria. Con la casualidad de que ésta se publicó el mismo día que los gobernadores anunciaban su claudicación o su acuerdo con el candidato oficial y bajaron al suyo para hacer una “planilla de unidad”… como si fuera el PRI.
Pero eso no queda ahí. De acuerdo a la convocatoria, cada candidato debe obtener 28 mil firmas de militantes en 18 días, es decir que cada candidato debe lograr más de 1,550 firmas por día y bajo una distribución absurda en los estados. Para buscarlas, deben usar ese padrón inconsistente y utilizar unos formatos del siglo pasado porque no quisieron aceptar la tecnología. Los requisitos y los plazos son absurdos. Así lo han hecho saber tanto el equipo de Manuel Gómez Morín como el de José Luis Espinoza, pero nada ha cambiado.
Por ahí dicen que el candidato oficial tiene ya sus 28 mil firmas. Pero dicen también que no va cometer el error de Ricardo Anaya: ser y parecer abusivo. Ahora quieren serlo sin parecerlo, por lo que es probable que ordenen extender el plazo o ayudar a alguien a recabar miles de firmas y evitar así tener un “candidato único”. La simulación por encima de todo.
Como se ve, Manuel y los otros candidatos tienen cuesta arriba la contienda contra ese grupo que no está dispuesto a soltar al PAN. Entiendo el deseo de Manuel de hacer todo lo posible y tratar de vencer estos abusos. La dirigencia no ha dado muestras de aprender la lección. Espero que los militantes sí hayan aprendido la lección.
Muchas veces me pregunté si publicaba este texto sobre este proceso en el PAN. Lo escribo, porque hace un año me hubiera gustado que todos cayeran en la cuenta de lo que estaba pasando en una organización de interés público al que desde hace tiempo se le da anualmente más de mil millones de pesos del presupuesto público. Ese solo hecho nos debería permitir y hasta obligar a dar nuestras opiniones. Cuando veamos a alguien como Manuel, un político honesto, siempre será mejor apoyarlo que esperar a ver qué pasa, porque pasan cosas que no nos gustan.
Abogada