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Nicolás Maduro es un dictador en toda la extensión de la palabra: persigue a la oposición, miente a su pueblo, ataca a la prensa, tiene centenares de presos políticos en la cárcel, anula elecciones y viola elementales principios de la democracia. Además, su políticas económicas han propagado la miseria y destruido las posibilidades de progreso de por lo menos dos generaciones de venezolanos.
La OEA y otros organismos internacionales han documentado cómo Maduro ha aplastado las libertades, violentado las instituciones, y despreciado los valores democráticos. Pero para Andrés Manuel López Obrador, Maduro es un gobernante como cualquier otro y se merece invitación a su toma de posesión. Esto no es sorpresa. El chavismo tiene sus cómplices aquí, y lo sabíamos desde hace tiempo. La presidenta de Morena y varios legisladores emblemáticos de ese partido han sido abiertos defensores del modelo castro-chavista que ha llevado a la ruina total a dos naciones que deberían ser democráticas y prósperas. Se dice que hasta los ayudaron en la campaña.
Supongamos que es natural invitar, como lo dijo el próximo secretario de Relaciones Exteriores, a mandatarios de “todos los países del mundo”. No es así, pero digamos que sí. Entonces no tendrían que vendérnoslo como una especie de conquista diplomática, porque además cómo no iba aceptar alguien que no es bien recibido por sus vecinos. Tampoco es “una política de amistad con todos los pueblos”, como lo dijo el presidente electo. Al menos no lo es con el pueblo de Venezuela, que hoy sufre asfixiado bajo esa dictadura brutal. La respuesta que se dio al reclamo ciudadano en las redes sociales refleja una preocupación por el talante autoritario del próximo gobierno. Lo que queda claro es que un gobierno verdaderamente democrático no presumiría su inauguración con la asistencia de un dictador.
Por las redes sociales nos enteramos de que había sido invitado y que confirmaba su asistencia. Las redes no tardaron en responder. El hashtag #MaduroNoEresBienvenido se convirtió en el trending topic #1. Líderes de opinión, periodistas, políticos, miles de ciudadanos se manifestaron en las redes para rechazar la invitación y al invitado. Pero en las redes también se dieron expresiones de solidaridad con el pueblo de Venezuela. Se convirtió en noticia internacional: en México, Maduro no es bien recibido. Espero que lo dicho en redes, al menos sea un pequeño consuelo para los venezolanos que son perseguidos por sus ideas, por sus esfuerzos, por su lucha desde la oposición, por su lucha por la libertad que debería ser lucha de todos.
Es cierto que también preguntaron en redes por qué no se ha hecho escándalo con respecto al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. No se dijo nada porque todavía no sabemos si va a venir, aunque si se supone que hay una política de “amistad” con todos los dictadores, seguro lo invitaron. Aprovecho esta mención para recordar al lector la lucha del pueblo de Nicaragua, que también está tratando de sacudirse a un dictador y retornar a la democracia.
Por cierto: El costo financiero de trasladar la residencia oficial de Los Pinos a Palacio Nacional será elevado por los cambios que habrá que hacer a este inmueble histórico. Esto además de los costos que tendrá la ocurrencia de convertir Los Pinos —que no es del Presidente, sino de todos los mexicanos— en “centro cultural”. Todos esos costos que parecen simbólicos, los pagarán los contribuyentes, no Morena de sus prerrogativas, ni los legisladores de ese partido con una “voluntaria” donación. Pero para eso no hay ni austeridad que valga, ni habrá consulta ciudadana, como no lo hubo para los invitados, ni lo habrá para otras cosas. Vaya democracia participativa la de alguien que trata el patrimonio público como propiedad privada, sujeta a sus intereses ideológicos.
Abogada