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Pocos intelectuales han influido tan profundamente a los miembros de mi generación como Enrique Krauze. Lo hizo a través de sus obras, particularmente Por una democracia sin adjetivos. Uno de mis libros favoritos es Caudillos Culturales de la Revolución Mexicana, con el que me adentré en la vida de don Manuel Gómez Morín. Cada biografía escrita por Enrique Krauze es un aprendizaje de la historia y de las ideas. Es un gran historiador y es un luchador por la libertad y la democracia.
Con Enrique Krauze confirmé que la libertad es un valor cardinal. No es el único —como él mismo lo dice— pero es el que nos permite luchar por los otros bienes: por la democracia, por la justicia, por la verdad. Krauze, con su especial don de la amistad, ha tenido muchos amigos, como Maquío y Carlos Castillo Peraza, cuyo hijo, Carlos Castillo López, ha escrito sobre la necesidad que tenemos los mexicanos de preservar la libertad en contra de todas las acciones que atentan en su contra como la amenaza implacable contra el que piensa diferente.
Hoy, en México somos testigos —una vez más— de un atentado contra la libertad y el Derecho. En medio de la discusión de la figura de la revocación del mandato, el presidente volvió a ser fiscal, juez y verdugo y utilizó al titular de la Unidad de Inteligencia Financiera para denunciar penal y públicamente a Enrique Krauze y otros mexicanos por pensar diferente. Más que un administrador del Estado, actúa como un administrador de resentimientos, y por eso amenaza a quienes piensa que con sus opiniones han ofendido la elevada imagen que tiene de sí mismo. Ahora resulta que hacer un documental es un delito electoral. Fuera de las elementales garantías al debido proceso, se acusa desde el poder a muchos mexicanos por opiniones plasmadas en una serie de TV que no les gustó.
Mexicanos, no sé por qué nos es tan difícil caer en la cuenta de la necesidad de unirnos para enfrentar el abuso de poder. La falta de aprecio por la libertad de unos está encadenando a todos. Le pido a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que levante la voz, a la CNDH que una vez más se pronuncie, y a los mexicanos que nos dejemos de estorbar unos a otros y nos organicemos para abrir carriles y caminos para expresarnos políticamente.
Quiero resaltar que, si esto hubiera sucedido no ahora en marzo, sino en unos meses más, la declaración de la autoridad vendría con prisión preventiva. Es otro favor que nos hicieron legisladores de todos los partidos: prisión preventiva inmediata para “delitos electorales”, una falta tan difícil de definir, pero tan fácil de utilizar contra los enemigos políticos. No dejaré de reclamar esa aprobación de la oposición al artículo 19. Un atentado contra la libertad y las formalidades esenciales del procedimiento.
No sé si fue a propósito, pero el mismo día que se atentaba contra la libertad de expresión, veíamos la votación en la Cámara de Diputados de dos figuras: la revocación del mandato y la consulta pública. Ameritaba muchas discusiones, pero en la Cámara de Diputados el asunto se aprobó en unas horas. La revocación de mandato es una figura sobre la que he expresado mi desacuerdo, no sirve en los regímenes presidencialistas y sólo fortalece el poder extraelectoral en una simulación de reelección. El presidente en turno tomará decisiones para que no revoquen su mandato, no decisiones de Estado. Y totalmente inequitativo, en favor de su partido, hará campaña y aparecerá en la boleta el día en que habrá elecciones intermedias. Por eso va tan rápido, cancelando programas sociales y repartiendo dinero para generar esclavitud frente al gobierno.
Quienes creemos en la democracia debemos dejar los adjetivos atrás. Quienes creemos en la libertad debemos unirnos para comenzar a construir un dique mínimo de contención ante el autoritarismo. Lo que está frente a nosotros, la posibilidad de ir perdiendo una a una nuestras libertades en un régimen hegemónico autoritario, eso representa la urgencia más grande que tiene hoy México.
Mi solidaridad con Enrique Krauze, un demócrata sin adjetivos.
Abogada