Durante la Revolución Mexicana, miles de mexicanos cruzaron la frontera norte hacia los Estados Unidos en busca de seguridad, paz y trabajo. Muchos de ellos se quedaron allá, hace más de 100 años. Desde entonces, aunque ha habido oleadas más o menos intensas según el periodo que hablemos (en la Gran Depresión el flujo se revirtió por un tiempo por la vía de la deportación masiva), en general se ha mantenido una salida recurrente de migrantes mexicanos hacia los EU, atraídos por los relativamente altos salarios y mayor riqueza con relación a los bajos salarios y mayor pobreza dentro de la República mexicana. Que la población se mueve de las zonas de bajos salarios a las de altos salarios es una condición natural en las economías de mercado. Es la razón por la cual California, que tiene muchas oportunidades laborales y altos salarios, tiene la mayor población en los Estados Unidos, y Wyoming, que es un estado muy bello pero con pocas oportunidades de empleo y bajos salarios, tiene una población que se aproxima apenas a la de la ciudad de Fresno, en la propia California.

La constante migración latina hacia los EU ha resultado en que la población estadounidense de origen latino haya llegado a más de 50 millones de personas (de un total de 325 millones), bastante superior a la población negra (42 millones). En años recientes, la composición de la inmigración latina desde el sur se ha incrementado con muchos centroamericanos, no sólo por las dramáticas brechas salariales, sino también por la violencia extraordinaria que azota en grado diverso a la región. Así, la caravana de migrantes hondureños que acampa hoy en la frontera norte de México y cruzó el territorio mexicano con apoyo tácito del nuevo gobierno, contribuyó a desatar la histeria antiinmigrante del gobierno de Trump. Esta histeria sirvió de contexto para la ofensiva diplomática encabezada por canciller Marcelo Ebrard y aparentemente secundada por parte del gobierno de los EU, en el sentido de que la respuesta para detener el flujo migratorio debe orientarse a fomentar la inversión en el sur. El cerrojo no es el muro, se argumenta, sino la inversión. De ahí surgió el anuncio de una posible inversión de 10 billones (en la denominación estadounidense) de dólares.

Diversas fuentes han indicado que mucho de esta cifra es demagogia mediática, pero aún si se tratara de una cifra real, nos permitimos sugerir que este plan es un remedio ridículo frente a la magnitud del desafío.

Pero no nos malinterpreten. Estimular el desarrollo y el crecimiento de regiones atrasadas en México y Honduras (y muchas otras zonas), es algo positivo; es algo bueno para las compañías y bueno para mexicanos y hondureños. Sin embargo, ambas economías no van a pagar salarios cercanos a los de los Estados Unidos por, digamos, 30, 50 o muchos más años, simplemente porque aún si las economías de México y Honduras crecen, también lo hará la de los Estados Unidos; y mientras existan dramáticas diferencias en la calidad de los empleos y los salarios entre las distintas regiones, alguna gente habrá de optar por emigrar de los bajos a los altos salarios, y de empleos precarios o la falta absoluta de empleo, a mejores empleos. Es la razón por la cual los irlandeses, italianos, alemanes y otros europeos fueron hacia los Estados Unidos durante el siglo XIX y no al revés; así como hoy mexicanos, hondureños y otros latinoamericanos van al norte sin que estadounidenses o canadienses se apresuren a migrar hacia el sur, como ejemplificaría cualquier curso básico de economía.

Este es el problema. En los EU, el salario mínimo federal es de 7.25 dólares la hora. En México, el salario mínimo por ocho horas fue de 88.36 pesos al día en 2018, aproximadamente 55 centavos de dólar la hora o 7.5 por ciento del salario estadounidense. Aún si se toma en cuenta el control extremo del salario mínimo mexicano en las pasadas décadas (hoy en proceso de descongelamiento), la distancia con el salario medio de EU debe fluctuar alrededor de una décima parte o algo más, según la rama industrial. Honduras tiene un sistema de salario mínimo complejo en que las empresas grandes pagan 43 lempira por hora, o, aproximadamente, 1.77 dólares. Pero esta cifra es engañosa. Acaso sea más acertado pensar en que dos terceras partes de la población en Honduras vive en la pobreza y una quinta parte en la pobreza extrema, debajo de 2 dólares por día. Estos son los hechos. Puede uno cambiar ciertos números sobre el comercio exterior, los tipos de cambio, o la magnitud de la deuda externa, lo que no cambia es el hecho de que EU es un país rico, México pobre y Honduras extremadamente pobre.

Los salarios reales promedio son también un hecho, como lo es la tendencia a que la gente con malos empleos busque otros mejores, aún a costa de las penalidades de migrar. La aspiración a mejorar, en el fondo, explica la California actual, que alguna vez fue un desierto vacío y hoy contiene a mucha gente, mientras Wyoming dispone aún de manadas de bisontes pero no de mucha gente. La gente sin trabajo será capaz de arriesgar más, ir más lejos, especialmente si, donde viven, hay pandillas que disparan a niños y son capaces de violar a sus hijas. Esto es así, y siempre ha sido así.

¿Y qué hay del plan de inversiones hacia el sur? Desde luego, si dicha inversión elevara el PIB per cápita de México o de Honduras, al de los Estados Unidos, la emigración ilegal a este país cesaría ipso facto. Pero ¿puede lograrse esta meta? Ni remotamente. La economía de Estados Unidos está ya cerca de los 20 trillones de dólares (según la denominación estadounidense). México tiene una economía relativamente grande, que alcanza 1.15 trillones de dólares. Entonces, aún si se tratara de la inversión de 10 billones de dólares (que no lo es), compartida con varios países de Centro América, y compuesta en realidad por préstamos por ejercer, tendrá un impacto minúsculo en el tamaño relativo de estas tres economías. No sabemos del monto que habrá de destinarse a Honduras en el plan anunciado por Ebrard. Si la suma fuese considerable, para una economía pequeña, las expectativas podrían ser buenas. Ahorabien, ¿en qué áreas habría posibilidades de inversión? ¿computadoras?, ¿software?, ¿automóviles? Difícilmente. ¿Aguacates? Es verdad que existe un mercado para los aguacates en los Estados Unidos y Europa, pero ¿piensa usted que el nivel de los salarios en la agroindustria del aguacate mantendrá a los trabajadores rurales hondureños en sus aldeas? En todo caso, la inversión en el sur es un pequeño paso en la dirección correcta, a leguas de distancia de un “Plan Marshall”, como se refirió al tema el presidente López Obrador.

¿Y el muro? Aunque este no es un artículo acerca de muros, podemos decir que los muros son “estúpidos”. Los muros no piensan. Las personas son inteligentes. Las personas sí piensan, así que las personas buscarán la forma de superar los muros, como lo han hecho por bastante tiempo y en distintas zonas del mundo. No todos, pero sí algunos. Muchos. Los más inteligentes y audaces, lo harán. Esa gente, por cierto, será muy recomendable para cualquier economía.

Profesores de la Appalachian State
University, Carolina del Norte, y la
UAM Xochimilco, en la Ciudad de
México, respectivamente

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