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¿Qué tan preparados están nuestros países para un mundo donde se necesitan personas creativas, capaces de desempeñarse en los trabajos del futuro, como operadores de drones, ingenieros de automóviles sin conductor, y antropólogos que puedan programar apps?
México, al igual que el resto de América Latina, corre con unos años de rezago de la frontera de esas tendencias, pero el futuro es inevitable. Es urgente que los gobiernos implementen políticas hoy para asegurar que la ciudadanía tenga las habilidades del mañana.
Actualmente, México destina algo más de 5% de su PIB a la educación, en línea con la media para la región. Esto nos sitúa al nivel de los países desarrollados como Estados Unidos y países miembros de la OCDE, y por encima de otras economías de ingresos medios como Tailandia y Hungría.
Desafortunadamente, los resultados están por debajo de los países más desarrollados. El estudiante promedio de América Latina y el Caribe tiene un rezago académico de más de un año frente a lo esperado dado el nivel de desarrollo. Aunque puede que sea conveniente invertir más, la falta de inversión no es la causa principal del problema. Tenemos que invertir mejor en educación y en el desarrollo de habilidades.
En nuestra publicación Aprender mejor: políticas públicas para el desarrollo de habilidades, analizamos la evidencia científica sobre los efectos de las políticas públicas en el aprendizaje y sus costos en todo el ciclo de vida del individuo.
Numerosos expertos hablan de priorizar las inversiones en los primeros años de la vida de un niño, cuando los cerebros son más maleables y receptivos y los retornos de las inversiones son mayores. No podríamos estar más de acuerdo con la idea de que esos años son cruciales. Pero no hay motivo para detenerse en la edad temprana.
En la escuela existen intervenciones simples y costo efectivas que están siendo ignoradas o subutilizadas. La región ha gastado demasiados recursos en políticas costosas que tienen un impacto pequeño en el aprendizaje de los alumnos. Políticas que distribuyen una computadora para cada niño en la escuela suenan bien, pero la evidencia muestra que estas iniciativas no logran fomentar el aprendizaje de los niños. Varios estudios rigurosamente evaluados realizados en India y China nos indican una mejor alternativa mucho más económica: laboratorios de computación con la orientación pedagógica adecuada.
Otra política que sabemos que funciona y que no es cara: programas de apoyo a los maestros, que favorezcan su labor en las aulas con materiales relevantes y planes detallados de lecciones en el aula. Ayudan al aprendizaje de los niños y hacen la vida más fácil a los docentes.
La calidad de la educación superior ha sufrido por un crecimiento desorganizado de universidades e institutos técnicos y profesionales. Es mejor instaurar mecanismos de acreditación que garanticen la calidad de los centros y programas. Proporcionar datos online de las posibilidades de empleo y los salarios de diferentes vías profesionales ayudan a los alumnos tomar mejores decisiones sobre el conjunto de opciones ofrecidas en la educación superior.
También hemos hecho poco para desarrollar políticas de formación de adultos.
Una apuesta prometedora son los programas de aprendices. Éstos han tenido un enorme éxito en Europa para ayudar a los jóvenes adultos a acceder a buenos empleos. En nuestros países, pocos gobiernos han explorado su potencial para alejar a las personas del precario sector informal y los bajos ingresos. Pero hay algunas iniciativas prometedoras que ya están funcionando, como Lei do Aprendiz, en Brasil, y Primer Paso, en Argentina.
Como región podemos ir mucho más lejos desarrollando sistemas, financiados por el gobierno y el sector privado, que mezclan la escuela secundaria profesional con largos períodos de aprendizaje en la empresa, a la vez que cultivan las habilidades socioemocionales y de liderazgo de las personas y las preparan para carreras exitosas.
Somos una región de grandes recursos y mejores talentos que tiene todo que ganar de la revolución tecnológica. Sin embargo, para disfrutar de esa prosperidad debemos utilizar un enfoque científico que guíe las políticas públicas para desarrollar masivamente las habilidades. La elección es nuestra.