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Las pasadas elecciones del primero de julio significaron un parteaguas para el país, no sólo porque se trataron de los comicios más grandes y complejos de la historia moderna, sino también porque millones de ciudadanos ejercieron su voto de manera libre.
De este trascendental evento, se destaca que por primera vez el Congreso de la Unión tendrá una participación histórica de mujeres, lo cual no es menor, sino que es síntoma de una apertura democrática sin precedentes.
Esto es, porque si bien las mujeres podemos votar y ser votadas desde el 17 de octubre de 1953, lo cierto es que en el ámbito de la política no habíamos estado lo suficientemente representadas.
En México las mujeres somos más de la mitad de la población; desde el hogar y en la esfera pública, hemos promovido transformaciones políticas, económicas y sociales. Pero nuestra lucha no ha sido sencilla; las mujeres hemos tenido que librar grandes batallas con el objeto de alcanzar un reconocimiento.
Hoy podemos afirmar que la reforma de 2014 en materia de paridad de género ha rendido sus frutos. Con ella modificamos el artículo 41 de la Constitución con el objetivo de garantizar que 50% de los cargos de elección popular al Congreso de la Unión fueran ocupados por mujeres candidatas. Si bien la reforma se aplicó por primera vez en las elecciones a la Cámara Baja en 2015, lo cierto es que no sólo basta con el reconocimiento de una mujer como candidata, también hace falta que voten por ella.
Es así que por primera vez podemos observar una nueva percepción de las mujeres en la política, en la cual los ciudadanos han otorgado su confianza a una naciente generación de mujeres comprometidas con su país. De ahí que este trascendental cambio no sea la culminación de un proceso, sino el inicio de una naciente responsabilidad. En México no se trata ya de generar espacios para que las mujeres participen libremente y en igualdad de condiciones en la política, el reto es ¿qué hacer con esos espacios?, ¿cómo cumplir con esa confianza que los votantes han otorgado?
Las mujeres y los hombres tenemos perspectivas distintas de hacer política. Los intereses en cuanto al quehacer público pueden diferir; de ahí que el reto para la siguiente legislatura será conformar una agenda que logre atender los problemas sociales, económicos y educativos de México desde todas las aristas, porque deben trabajar para todos. Los diferentes niveles de gobierno y la sociedad civil debemos crear una cultura pro igualdad, fomentar la no discriminación, la inclusión social y erradicar la violencia. El reto para la siguiente legislatura será consolidar el espacio político que las mujeres han alcanzado. Ello mediante el desarrollo de acciones concretas que legitimen el cargo público que la ciudadanía les confió.
Nuestras legisladoras tendrán la dicha de participar en un Congreso paritario, donde su opinión será valorada; pero también tiene la enorme responsabilidad de cumplirle a los votantes, de representarlos ante el poder público y de legislar por el bien de México sin distinción de raza, género, etnia o religión. Es decir legislar para y por todos.
Senadora de la República