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El Tratado de Libre Comercio con América del Norte es uno de los acuerdos comerciales más completos del mundo. Nos permitió construir cadenas globales de valor que posicionaron los bienes y servicios de la región en los mercados globales. Como tal, es de esperar que su negociación sea compleja y que existan diferencias que se resuelvan a lo largo de los próximos meses. Al final del día, el tratado tiene ya dos décadas y puede beneficiarse de ser modernizado.
La renegociación iniciada la semana pasada es un escenario ideal para adecuar el tratado a las necesidades del siglo XXI; representa un momento oportuno para diseñar un acuerdo más inclusivo en los tres países y para aprovechar las ventajas del comercio en beneficio de los ciudadanos de toda la región.
Más allá de los posicionamientos políticos, los equipos técnicos demostramos nuestra voluntad de avanzar en un acuerdo que nos beneficie a todos. Si la firma del TLCAN fue el marco de la integración económica en los últimos 25 años, ahora queremos negociar un acuerdo que acompañe nuestra actividad comercial durante las próximas décadas. Y, por eso, es fundamental que asumamos una visión regional; porque la competencia global, hoy, nos obliga a consolidar regiones y a ser más competitivos.
Sólo aumentando la integración de nuestras cadenas productivas tendremos la capacidad de hacer frente a la competencia global. En México hemos asumido que la negociación del tratado tiene precisamente el objetivo de profundizar la integración, e integrar a más pequeñas y medianas empresas a las cadenas de valor. Y en el sector privado de los tres países respaldamos esa posición: negociar un acuerdo que nos permita integrarnos más y producir mejor.
Los beneficios del tratado han sido importantes para los tres países. Pero el reto es que ahora los extendamos a nuevas regiones y sectores de la población: en México, Estados Unidos y Canadá. Ahora tenemos la oportunidad de construir un acuerdo más incluyente, que facilite la incorporación de las pequeñas y medianas empresas al comercio internacional, que no sólo beneficie al consumidor, sino también a los trabajadores de distintos sectores y regiones del país.
En México tenemos claro que, si bien el camino a la prosperidad pasa por la ruta de la libertad económica, de la apertura comercial y la integración entre países, es indispensable que esto se acompañe de política pública para fortalecernos al interior. Necesitamos acercar esquemas de financiamiento accesible para que las Pymes tengan capacidad para exportar; eliminar regulaciones innecesarias que generan sobrecostos y merman la competitividad y ofrecer medios para capacitación y especialización para contar con recursos humanos más calificados.
Por ello, queremos que el tratado abarque a todos los estados del país. Que genere condiciones para que estados como Chiapas, que cuentan con 70% de informalidad laboral, integren a sus trabajadores a las cadenas de valor y suministro regionales. Necesitamos que Oaxaca, donde la población que vive en pobreza es casi 70%, se parezca más a Nuevo León, donde es tan sólo el 21.5%. Que el PIB per cápita de Guerrero se multiplique por tres, y alcance el nivel que existe en Querétaro.
También somos conscientes de que el tratado no puede aceptarse a cualquier costo. Y que la misma firmeza con la que buscamos un mejor tratado con América del Norte, nos debe animar a fortalecer lazos y tender puentes con otros mercados del mundo. Nuestro país ha tejido una red de tratados comerciales con 44 países que representan dos terceras partes del PIB mundial. Al margen de esta renegociación, México debe continuar su marcha al desarrollo promoviendo la integración económica como un motor del desarrollo social.
Presidente del Consejo Coordinador Empresarial