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En Bucerías y sus alrededores, cuando las Rayas desovan es común ver salir del mar rostros de personas desfigurados por los dolores que provocan las picaduras de estos animales. En las playas y en los terrenos aledaños crece una planta rastrera que los lugareños llaman también Raya, la cual dicen que calma los dolores y contrarresta los efectos del veneno. La naturaleza pareciera proveer la ‘enfermedad’ y el ‘remedio’ al mismo tiempo.
Hoy día en México todo parece temblar. Hemos entrado en estado de ansiedad y pánico colectivo, desarrollando una hipersensibilidad ante la cercanía y ante cualquier indicio real o imaginario de la catástrofe. Participar en la medida de nuestras posibilidades y circunstancias en las tareas de ayuda, en los periodos de emergencia y en los que corresponden a la reconstrucción material, social y emocional, resulta también terapéutico ante una situación en la que todos padecemos algún tipo de daño y afectación. Por ello es importante atender tanto material como emocionalmente a todos, los directamente afectados, los rescatistas y brigadistas, los familiares directa e indirectamente afectados, y a la población en general que requiere de cierta tranquilidad para actuar ante los distintos retos que nos deparan estos fenómenos y el desarrollo posterior de la vida cotidiana misma. En todas las experiencias de desastres y catástrofes de cualquier tipo en México y el mundo, la ayuda psicológica y emocional resulta crucial; simplemente ejercitar el cuerpo, hablar y compartir con los demás nuestras experiencias, puede operar un efecto terapéutico.
Todo tiembla en un terremoto, tiembla la tierra, tiemblan las instituciones, tiembla nuestro orden social y político, y temblamos todos en nuestro interior. Pero el mismo temblor, todos estos temblores, traen consigo remedios, soluciones, alternativas de vida. Son sacudidas violentas que a algunos los hace perder todo, a sus seres queridos, sus bienes, todo lo ganado con un esfuerzo de vida, pero que también genera lecciones de vida.
En nuestra vida personal, nuestros temblores nos hacen repensar la vida, nuestras conductas, afloran nuestros errores y también provoca momentos de reflexión profunda para reconstruirnos como seres humanos, sociales, ciudadanos, amigos, colegas, y reencausar así nuestro ser en el mundo; incluso las bajas pasiones y malas conductas que también emergen, se convierten en oportunidades de aprendizaje personal y colectivo.
Desde el ámbito ciudadano y comunitario se genera conciencia de esa fuerza poderosa que tenemos en nuestras manos para tomar control de nuestro destino comunitario e individual, para repensar nuestras instituciones, nuestra democracia, nuestros dirigentes, y sobre la gran capacidad que tenemos para reconstruir nuestras instituciones y marcarle los límites a quienes nos mal representan.
Desde el punto de vista político, el temblor muestra la grandeza de la ciudadanía y también la pobreza de nuestra clase política, nos hace generar conciencia sobre su verdadero ser, más allá de la propaganda y la mercadotecnia con la que se auto-legitima, nos muestra sus intereses personales y partidistas, que nada tienen que ver con las necesidades y el sentir de la población. De ahora en adelante el sistema todo estará marcado por el efecto social y político de los sismos recientes, los cuales están brindando una oportunidad a los ciudadanos para exigir cambios y remover a esta clase política, sus prácticas corruptas, el simulado y fallido Estado de Derecho en el que vivimos, que tiene sitiados y atemorizados a los ciudadanos. Fue así como una fuerte presión ciudadana obligó al INE a retirarles a los deslegitimados partidos el dinero que se les ha dado en exceso.
Socialmente, culturalmente, las sacudidas del planeta, son también una oportunidad para mejorar nuestros sistemas de convivencia, nuestros valores y normas, para procurar más los vínculos de comunidad, de solidaridad, de buena vecindad, disminuidos por la ruda competencia cotidiana en un país convertido en una exitosa fábrica de pobreza, en el que nadie cree, al que nadie le tiene confianza.
La tierra tiembla, pero no por buena ni mala. Con sus reacomodos no divide a la gente, no la hace desigual, ni la expone diferencialmente ante la catástrofe. Lo que daña a la gente es la inmensa desigualdad ante la vida y la muerte, son las decisiones humanas, sobre todo aquellas dirigidas por el poder y el lucro, que coloca a los más pobres y a los más desposeídos en condiciones de vulnerabilidad, que los deja sin opciones de vida, en lo cotidiano y ante la tragedia.
Profesor-investigador El Colegio de México.
@jlezama
jlezama@ colmex.mx
http://joseluislezama.blogspot.mx/