Agosto se ha convertido en el mes predilecto para que funcionarios de todos los niveles refrenden su compromiso con las juventudes del país . Conciertos, medallas, foros, infografías, cualquier actividad sirve al político en turno para reafirmar, al menos discursivamente, que ve, que cree y que apoya a las y los jóvenes de México. Pero, ¿es que alguien se ha dado cuenta de que el principal actor del Día de la Juventud es el gobierno y no la juventud? Lamentablemente, la fecha se convirtió en una efeméride oficial para premiarnos y aplaudirnos y no en una bandera política que nosotros, los jóvenes, reivindiquemos para exigir nuestros derechos.
Y es que a veces nos conformamos con tan poco … nos es suficiente una palmada en la espalda, una caricia del gobernador, una silla en el presídium, un poco de música en las calles para sentirnos tomados en cuenta. En el fondo, recibimos paliativos y reconocimientos individuales que nos mantienen en calma y en reciprocidad con el poder político. La realidad es que hace tiempo que nos hemos dejado de pensar a nosotros mismos como motor de cambio ; hace tiempo que decidimos pactar con “los de arriba” y, como el resto de la sociedad mexicana, aceptar los espacios y prebendas que el poder acepte compartirnos.
No es este un exhorto a la movilización callejera y a la vía contestataria como receta unívoca para que se resuelvan nuestras demandas. Hemos evolucionado y hoy tenemos muchas otras herramientas de incidencia a la mano. Pero, como hace años, el requisito de partida sigue siendo el mismo: la unidad. Las juventudes del país no pasarán a ser agentes de cambio sino se plantean, en primer lugar, una agenda en común que dé propósito a su lucha . El cambio de gobierno debe ser aprovechado por nosotros como una coyuntura en la que nos hagamos nuevamente visibles. Claramente, ser joven no debe limitarnos a atender únicamente temas de jóvenes . Debemos ser solidarios en la defensa de nuestro medio ambiente, en la igualdad entre géneros, en la lucha contra la corrupción y en una infinidad de temas más que compartimos con el resto de la sociedad civil. No obstante, empezar por nosotros mismos, más que un acto de solipsismo, es una acción compensatoria frente a los años en los que el adulto-centrismo ha dominado la esfera pública.
No soy muy afecto a los decálogos, pero tengo claridad en que la agenda de juventudes debe partir por aquellos “indispensables” sin los cuales no podríamos transitar hacia una nueva política de juventud . Cinco son los indispensables que pueden servirnos como arranque para sumar a colectivos y agrupaciones juveniles de todo el país en una misma agenda nacional:
1. Ratificación de la Convención Iberoamericana de Derechos de la Juventud:
México es signatario de dicha convención pero hasta ahora el Senado mexicano sigue sin ratificarla.
2. Ley Nacional de Juventudes
: Es necesario retomar los esfuerzos que realizaron organizaciones de la sociedad civil durante la LXIII Legislatura para elaborar una iniciativa de Ley (actualmente en la congeladora) que no sólo reconozca a los jóvenes como sujetos de derecho, sino que también de pie a mecanismos de exigibilidad con los que puedan garantizar sus derechos.
3. Nombramiento del Titular del IMJUVE
: Una vez que tome cargo, debemos exigir al nuevo presidente el nombramiento oportuno del Director del Instituto Mexicano de la Juventud considerando que sea una persona con un perfil y trayectoria adecuados y no una cuota política como ocurrió en sexenios pasados.
4. Rediseño de la política de juventud
: Desde 2013 el IMJUVE está sectorizado en la SEDESOL, pero no se ha fortalecido su capacidad técnica y rectora para la coordinación de políticas con otras secretarías. El IMJUVE debe estar facultado para exigir que todo programa sujeto a Reglas de Operación tenga indicadores específicos de juventud e incorpore la perspectiva de juventud en su diseño.
5. Gabinete de Transición de Juventudes
: Por último, la política de juventud no cambiará si no se escucha y se toma en cuenta a colectivos, agrupaciones y asociaciones juveniles. Se nos debe incorporar no sólo en la etapa de evaluación, sino también en el diseño de las políticas públicas. Un mecanismo de referencia son los Gabinetes de la Juventud que en países como Guatemala y en provincias como la de Santa Fe (Argentina) acompañan bajo un esquema de gobernanza las labores del ejecutivo. No debemos esperar hasta que AMLO tome protesta, debemos convencerlo de crear ¡ya! un Gabinete de Transición de Juventud, que acompañe desde ahora las labores de planeación de quienes serán sus próximos secretarios y secretarias de Estado.
Estas propuestas ni son nuevas ni buscan descubrir el hilo negro. Aspiran, por el contrario a recuperar las voces y propuestas de cientos de jóvenes que hemos participado en foros y discusiones y en el paso del tiempo hemos llegado a coincidir en los mismos indispensables. No es que nadie lo haya intentado antes, pero si este gobierno realmente será democrático y tendrá a los jóvenes como prioridad, como lo ha reiterado en diversos momentos, tenemos un suelo fértil para avanzar en nuestra lucha.
Mi agradecimiento a Fernando Aguilar, Jesús Rivero, Karina Sánchez, Xóchitl Pacheco y Patricia Guerrero con quienes, colectivamente, se ideó esta agenda de “cinco indispensables”.