La segunda etapa de la renegociación del TLCAN iniciará al mismo tiempo que el presidente Enrique Peña Nieto entregará su 5to Informe de Gobierno. Ambos procesos terminarán definiendo el último año de la actual administración.

Derivado de una estrategia de negociación que apostó por el corto plazo, México, Estados Unidos y Canadá pactaron realizar tres rondas en poco más de un mes, por lo que pronto se tendrá claridad sobre el rumbo que tomará el proceso.

Estados Unidos refrendó su objetivo de realizar cambios profundos al TLCAN, planteando una postura que busca en México lo que en realidad perdió frente a China, por el progreso tecnológico, la ausencia de una política industrial y la estrategia de sus propias empresas trasnacionales: buscaron ubicarse en regiones del mundo en donde pueden producir más barato.

Durante 40 años Estados Unidos impulsó un concepto de globalización erróneo, basado en el comercio internacional, inconexo del fortalecimiento de su base productiva industrial. Envió al extranjero empleo, inversiones e innovación tecnológica en manufacturas, algo que aprovecharon magistralmente los países del Pacífico Asiático.

China, Japón, Singapur, Vietnam, Malasia, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong e Indonesia aceptaron el papel inicial de maquiladores, pero lo hicieron con el objetivo de forjar los fundamentos de valor agregado que les han permitido convertirse en los proveedores mundiales de insumos intermedios de alto contenido tecnológico.

Gradualmente desarrollaron empresas nacionales capaces de competir o integrarse con las de Estados Unidos y Europa, dependiendo de la situación particular de cada mercado.

Para lograrlo forjaron un sistema educativo de alta calidad, desde el nivel básico hasta posgrado, privilegiaron la formación de profesionales técnicos y carreras de ingeniería vinculadas con la electrónica, mecatrónica y computación, por citar algunas de las relevantes.

Junto con la construcción de infraestructura moderna, financiamiento barato y una política fiscal que impulsó la inversión productiva nacional, el Pacífico Asiático se convirtió en la región en donde se produce y exporta la mayor parte de las manufacturas globales. Lo lograron gracias a su capitalismo de Estado.

El resultado es el enorme déficit comercial que Estados Unidos tiene con las naciones asiáticas, más de 500 mil millones de dólares, una cantidad que eclipsa los 65 mil millones que contabiliza con México.

Además, en este último caso la mayor proporción de su desequilibrio es causado por sus propias empresas, aquellas que compran en Asia para producir en México y luego exportarlo a Estados Unidos.

Un daño colateral se observa en nuestro país: contagiados por el mismo paradigma, desde la década de los años ochenta se implementó una estrategia maquiladora que desmanteló la base productiva nacional a cambio de comprar insumos y productos baratos del Pacífico Asiático.

La visión de corto plazo del comercio internacional también le ha pasado una enorme factura a México: las ganancias aparentes de su intercambio con Estados Unidos terminan por enviarse a los países de donde se importan más de 300 mil millones de dólares anuales en forma de insumos intermedios: en lugar de producir esas manufacturas en territorio nacional se ha cedido al argumento de que es más barato comprarlos en Asia. Válido en el corto plazo, errado en el largo.

Por ello, la negociación del TLCAN debe cambiar de orientación: sí Estados Unidos quiere recuperar el empleo perdido es imprescindible que cambie de estrategia, debe presentar un proyecto de desarrollo industrial competitivo para América del Norte, su postura actual no es suficiente para solucionar su problema de baja productividad y competitividad, no podrá recuperar empleo e inversión, aún si impone sus condiciones a México y Canadá.

La responsabilidad del gobierno mexicano no es menor en su último año de gobierno: no se trata de tener una negociación rápida, el objetivo central debe ser garantizar un acuerdo que atienda las necesidades sociales y económicas del país en un nuevo marco de colaboración con sus socios en América del Norte.

Aún antes de conocer la postura beligerante de Donald Trump era claro que la inercia del TLCAN no era suficiente para impulsar el crecimiento de México, sin embargo la ruptura tampoco es una opción para una nación monoglobalizada.

El último año de gobierno debe corregir el error de la ausencia de una política industrial que marcó el destino del país en los últimos treinta años así como la presión del gobierno norteamericano, además lo debe hacer en el marco de un proceso electoral que ya ha iniciado. La tarea es compleja pero necesaria.

*Director del Instituto para el Desarrollo
Industrial y el Crecimiento Económico

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